Permítanme antes que nada felicitar a Contador. Estoy francamente contento de que haya podido dejar sentenciado el Tour y que hoy pueda entrar a París vestido de amarillo. No cabe ninguna duda: ha ganado porque ha sido el más fuerte y el mejor de esta ronda francesa que hoy afortunadamente ya termina. Estoy muy cansado, como todos, y ya tengo ganas de regresar a Galicia.

Ayer superé la última barrera que faltaba en este Tour. Salí en la contrarreloj con un objetivo, que era la motivación que necesitaba para seguir concentrado hasta el final. Hoy finalizó mi cuarta ronda francesa consecutiva y, al conseguir superar al colombiano Soler en la contrarreloj he logrado, de nuevo, acabar entre los 10 primeros. Llevo cuatro Tours y siempre entre los 10 mejores, sin contar el puesto que todavía falta que me confirmen del año pasado, aunque creo que, afortunadamente, está al caer.

En fin, dejen que les cuente las sensaciones agradables que me provocó la contrarreloj. Fue de las que a mí me gustan. En el llano daba gusto pedalear. Mirabas el cuentakilómetros y alucinabas con la velocidad a la que iba la bici. Hubo instantes en los que superé los 60 kilómetros por hora. Luego, en el hotel, comprobé que había alcanzado en la crono como velocidad punta los 79 kilómetros por hora. En el llano, prácticamente siempre, podía mover el máximo desarrollo posible: un plato de 55 dientes por un piñón de 11. Rápido, rápido.

Estoy seguro que si una persona se monta hoy sobre un ciclomotor de serie y se pone a la altura de Leipheimer revienta el motor. No aguanta durante 55 kilómetros a una media superior a los 53 por hora como ha hecho el estadouniense.

Ayer tenías que subir los repechos sentado, así ganabas terreno y así ibas más rápido. El viento soplaba de cola, ¡Qué gusto! ¡Qué maravilla! ¡Qué rápidos pasaban los kilómetros! Lo dicho. Con ese viento y esa carretera, todos los que nos jugábamos ayer algo en la clasificación general íbamos como motos.

En fin, que hoy toca otra vez madrugar, el último día, la última etapa, esto se acaba. Vamos recogiendo. París nos espera. ¡Aleluya!