Extraña mezcla de sentimientos la que se vivió el sábado en el Príncipe Felipe en el acto de presentación del Cacereño. Lo que debía ser una fiesta de fútbol y el reencuentro del equipo con sus seguidores cobró los tintes de desilusión y rencor más propios de un divorcio que de un reecuentro.

Ni Franquete logró arrancar más que unas pocas sonrisas a los cerca de trescientos asistentes, muchos de ellos familiares y amigos de los jugadores, que fueron testigos de una más que notable ausencia en tan significativa ocasión, la del presidente del club, Félix Campo.

"¿Cómo se puede pretender que la ciudad y la afición estén con un equipo del que el máximo responsable reniega?" "¿Con qué autoridad moral se va a exigir ilusión y compra de abonos si no viene ni el presidente?" Esas preguntas se pasearon por la grada. Los más radicales entonaban el "¿Dónde está el presidente, el presidente dónde está?", mientras que los más sosegados se limitaban a torcer el gesto, callar y suspirar, unos, y gritar ese canto a la desilusión que es el "fuera, fuera", otros.

Ese fue el ambiente que se respiró en el Príncipe Felipe y que también captaron Angel Marcos y Antonio Martínez Doblas, las personas que durante los últimos meses han negociado sin éxito la compra del club a Campo con la intención de devolver la ilusión a la afición.

El sábado seguramente pagaron justos por pecadores . Los abucheos y pitidos le cayeron a Bernardo Plaza, un entrenador que apenas acaba de aterrizar. "La culpa de lo que está pasando es de Félix Campo", afirmaba un aficionado antes del choque ante el Díter. "No está aquí ni ha estado en la presentación de ninguno de los jugadores. Esto no es normal". Su compañero en tribuna asentía para añadir: "el equipo puede ser mejor o peor, pero sea como sea, el presidente tiene que dar la cara". En esas disquisiciones estaban cuando llegó otro aficionado al asiento. "Buenas tardes, ¿cómo está el campo?", dijo mirando el césped del estadio. "Seco y dejado de la mano de Dios, como el club", contestó otro.