Dijo Luca di Montezemolo, presidente de Ferrari, que si el título lo ganaba Lewis Hamilton, también ellos se sentirían campeones "porque algo de Ferrari hay en ese McLaren". Curioso: el título lo ha ganado la Scuderia y muchos creen que algo de McLaren hay en esa victoria. O mucho de Fernando Alonso, el bicampeón despreciado por Ron Dennis e, incluso, Mercedes, que al final ha sabido sacar de quicio al que muchos, incluida la prensa británica, creían infalible, como así se contemplaba a Lewis Hamilton.

El desenlace de Brasil pareció hecho a la medida del enfrentamiento, personal y deportivo, protagonizado por los pilotos de McLaren. Alonso, que se dio cuenta muy pronto de que allí no le querían (bastaba ver cómo celebraban en el equipo los éxitos de Lewis y sus caras cuando triunfaba el asturiano), necesitó, al final, la protección de la federación para poder desarrollar su trabajo. Hamilton, que se supo protegido, perdió la cabeza en China, donde quiso ganar la carrera en lugar del título.

Y, en la arrancada de ayer de Sao Paulo, recibió la puntilla del bicampeón. Massa ayudó a Raikkonen; Alonso sentenció a Hamilton. Alguien debería tomar nota.

El caso Ron Dennis se estudiará en las escuelas de altos ejecutivos, donde se imparten másteres de gestión de empresas, recursos humanos, márketing e I+D. El título del seminario será, probablemente, Fuego amigo. El solito, creyéndose el más listo de la clase, ha perdido todo lo que tenía ganado: el título de constructores (lo más preciado por su compañía) y el de pilotos, que debió ganarlo con el bicampeón Alonso (lo contrató para eso) y que perdió por la mala cabeza de su niño prodigio Hamilton.

Ferrari, equipo unido

El papel desempeñado por Kimi Raikkonen y Felipe Massa, tanto en el seno de Ferrari como en el desarrollo del Mundial, ha sido impecable. Tanto en contraste con el gallinero vivido en McLaren-Mercedes como por la forma impecable de resolver el título, de conquistarlo y de administrar su poder.

Entre los dos han ganado más de la mitad de las carreras. Solo Raikkonen tenía opción al título, pero Massa debía echarle una mano, de lo contrario la conquista se antojaba imposible. El brasileño preparó la escapada y el finlandés tomó el relevo. Y lo hicieron como solo Ferrari sabe hacer esas cosas: sin que pareciese que todo estaba estudiado. Por si acaso, por si no quedaba claro quién debía ayudar a quién, la Scuderia había renovado a Massa antes de ir a Brasil. Fueron tan superiores que no se les vio el truco. Y, encima, invitaron a su fiesta al bicampeón saliente.