Si alguna vez Rafael Nadal se ha preguntado cómo debe sentirse un rival suyo cuando él lo está machacando, ayer lo comprobó ante David Ferrer. El tenista alicantino se transformó al otro lado de la red y a Nadal le debió parecer que estaba frente a un espejo del vestuario del estadio Qi Zhong y no en la pista de la que se marchó tras perder por 4-6, 6-4 y 6-3.

Una derrota que, de momento, deja a Nadal fuera de las semifinales pero que tampoco garantiza la clasificación matemática de Ferrer que, para no complicársela, debería ganar mañana en dos sets al francés Richard Gasquet o esperar que Nadal venciera al serbio Novak Djokovic también en dos sets.

Los pronósticos se cumplieron. El derbi español en Shanghái tuvo todos los ingredientes que se anunciaban. Ferrer y Nadal libraron una batalla sin cuartel, tanto en el aspecto físico, como mental y táctico. Fue un partido de los grandes. Un pulso desde el fondo de la pista que no se decidió hasta después de 2 horas y 40 minutos de lucha.

No parecía que iba a ser así al principio, en los primeros cinco juegos, cuando Nadal se adelantó en el marcador por 4-1 y Ferrer perdió sus tres primeros servicios. "He entrado nervioso y Rafa ha empezado muy fuerte", reconoció el tenista de Xàbia. Nadal había salido dispuesto a marcar el territorio y se mostraba implacable, muy seguro, lanzando bolas altas, especialmente al revés de Ferrer, para evitar que entrara en la pista y pudiera atacarle con su resto, el mejor del circuito, y esa derecha plana con la que lograría 17 golpes ganadores por solo 3 de Nadal.

EL CASILLAS DEL TENIS "Veía portería, pero muy pequeña", dijo Ferrer. Era cierto. Lo que pasaba era que bajo los palos, al otro lado de la red, estaba el Casillas del tenis. Nadal lo devolvía todo. Desde las gradas Javier Piles intentaba tranquilizar a Ferrer y le pedía que aguantara el acoso. Lo hizo a partir de romper por primera vez el servicio de Nadal después de salvar dos bolas para el 5-1. Ferrer logró reducir la desventaja hasta el 4-3 y aunque tuvo un break point para el 4-4, el tenista alicantino acabó cediendo la primera manga por 6-4.

BATALLA DE GOLPES Ferrer no se hundió. Por algo sus compañeros le llaman Ferro. Su juego está forjado con esfuerzo desde pequeño. Nunca se entrega, para ganarle hay que estar dispuesto a correr una maratón a ritmo de récord. Y acabó sin poder seguirle. Ferrer levantó un 15-40 para salvar su servicio en el primer juego de la segunda manga. Entonces se entró en una batalla de golpes en la que los dos tenistas parecían jugar sobre una pista de pimpón gigante, ante la admiración de los 10.000 aficionados que vibraban con un espectacular juego, mientras un grupo de españoles cantaba "David, Nadal, los dos a la final".

Con 2-2 en el marcador, Ferrer levantó un 0-40 y cuatro break points en contra. Luego en el octavo juego le rompió el saque a Nadal para colocarse 5-3 y forzar la tercera manga, en la que remató la faena tras adelantarse 5-1 sin que Nadal supiera evitarlo y solo pudiera maquillar el resultado. "No solo se pierde por jugar mal, el rival también cuenta. No ha sido un problema físico como en Estados Unidos, aquí estaba al 100%, lo que pasa es que David está en un estado de gracia increíble, el mejor de su vida", dijo Nadal.

Tres meses después de vencer a Nadal en los cuartos del Abierto de EEUU, Ferrer lo repetía en la Copa Masters donde ya ha ganado al número 3, Djokovic, y al 2, Nadal. "Me ha salido todo. Estoy viviendo un momento dulce, especial y único, y quiero disfrutarlo porque no durará siempre", valoró con humildad.