Toni Nadal se pasó el último juego levantándose en cada punto. Subiéndose al peldaño que tenía junto a su silla. Quería que su sobrino le viera. Le animaba sin disimulo. "¡Va, Rafael!", le gritaba. Lo había hecho en los momentos complicados, cada vez que Soderling presionaba a Nadal. No quería que perdiera la concentración. "Estaba jugando el partido más importante del año. Era volver a ganar un torneo, grande, grande", explicó Toni.

Por eso, cuando le vio desplomarse feliz sobre la tierra, no pudo ocultar su emoción y llorar también. Su mujer le abrazó para celebrarlo y le besó. Unos metros más lejos también se habían besado y abrazado su hermano Sebastià con Anna Maria, la madre de Rafael, divorciados desde principios de año pero que han estado en París apoyando a su hijo. Toda la familia se unió en una espectacular piña y Rafael, otro de los cinco hermanos Nadal, se encargó de inmortalizar la escena.

Visita de la Reina

"Hace nueve meses todo estaba lejos, siempre hay dudas. No conozco a nadie que no las tenga y si no es así, o es un fenómeno o un inconsciente", decía Toni, feliz. También la reina Sofía, que acudió por sorpresa a ver la final, quiso felicitar al pentacampeón y a sus padres. "Le agradezco a la Reina que hoy estuviera aquí", dijo en la pista Rafael Nadal, que incluso habló en francés. "Se merecía un éxito así. Lo necesitábamos. Rafael vive pensando solo en victorias como estas", decía su entrenador.

El técnico mallorquín creyó en la victoria a pesar de la humedad y pesadez de la pista que tanto preocupaba a su pupilo. "Siempre pensé que le iría mejor", explicó. "Hoy ha jugado uno de los mejores partidos de su vida", valoraba Toni.