El Tour 2018, que ganó ayer Geraint Thomas, sin ninguna crítica hacia su gesta, no pasará, sin embargo, a la historia de la ronda francesa por haber sido el más espectacular y emocionante. No ha sido un Tour que haya estado vivo y coleando, si no más bien una prueba que muchos días ni se ha movido, porque ha estado bloqueada y porque así lo ha querido el conjunto Sky. Por eso, bien se podría decir que el Tour 2018 ha sido el del bloqueo británico.

Si se analiza la carrera, enseguida se la puede comparar a la edición 2012, la que ganó Bradley Wiggins (otro astro procedente también de la pista) y la que abrió la era del control del Sky (seis Tours en siete años y con tres corredores diferentes). Thomas ha ganado, pero, a diferencia de Froome, si se exceptúa el triunfo un poco agónico del año pasado, no se le recuerda un ataque espectacular como los que hizo su mentor, por ejemplo en Aix 3 Domaines, el Ventoux o la Pierre de Saint Martin, en títulos precedentes.

Los ataques de Thomas, más bien aceleraciones, se produjeron en las vallas, ya en la zona de protección de la meta, y más por el afán de ganar en La Rosière o en Alpe d’Huez que por las ansias de asestar un golpe de gracia a la clasificación general del Tour. Y, encima, no tuvo la necesidad de azotar a la general con actuaciones estelares en las contrarrelojes, tal como hizo Wiggins hace seis años. Él solo tuvo que exprimirse en la del sábado pasado, en el País Vasco francés, donde no ganó por el error de cronometraje que dio erroneamente la victoria a Froome cuando era de Dumoulin.

EL PEAJE DE DUMOULIN / Muy a tener en cuenta el tiempo que perdió Dumoulin por una avería en la etapa del Muro de Bretaña, en la primera semana. De forma inesperada regaló 1.13 minutos (53 segundos por tiempo y 20 segundos más por la penalización al ir demasiado tiempo al rebufo de los coches). De haber llegado con Thomas, seguramente, el guión habría sido diferente, aunque, de hecho, el único ataque serio que realizó el holandés, segundo de la general, fue en descenso, camino de La Rosière, donde comenzó a definirse el podio exhibido ayer en París.

Thomas llegó a los Campos Elíseos, donde Alexander Kristoff ganó al esprint, con la fortuna de no haberse caído ni cedido tiempo en la primera semana, al contrario de lo que le pasó por ejemplo a Froome (se fue al suelo en la etapa inaugural) o a los líderes del Movistar, Mikel Landa y Nairo Quintana. El conjunto español debería definirse mucho más y trabajar para un único líder en la próxima Vuelta (del 25 de agosto al 16 de septiembre) si quiere que Landa, o en todo caso Quintana, llegue vestido de rojo a Madrid. El Movistar ha ganado por equipos, lo que unido a la victoria del colombiano ha dulcificado su actuación. Pero no hay que olvidar que vinieron a intentar ganar el Tour.

BERNAL, LA ESTRELLA QUE VIENE / Pero el Movistar, como el resto, chocó ante el bloqueo británico. Thomas nunca estuvo solo, hasta el punto de que el espectador habría festejado haciendo la ola que el Sky le hubiese dado libertad, al menos por un día, a Egan Bernal para obsequiar a Colombia y al ciclismo mundial con la victoria de quien, a sus 21 años, está llamado a ser una estrella de enorme calidad en el futuro.

El bloqueo británico, que recompensará con cerveza fresca a Thomas, ha convertido a este Tour en una carrera con muchos días de tedio en los que se han desaprovechado montañas enormes. Ojalá la situación cambie el año que viene.