Roger Federer y Rafael Nadal cumplieron el objetivo. Después de dos semanas, los dos mejores jugadores del circuito se enfrentarán de nuevo en la final de Wimbledon, la tercera consecutiva. El campeón para ganar el sexto título en su jardín privado y el aspirante para poner fin a su reinado con un triunfo que persigue con el mismo ansia con el que juega.

Ayer ni Marat Safin ni Rainer Schuettler pudieron impedir el esperado duelo. Ni tan siquiera arrebatarles un set aunque lo intentaron. Federer se impuso al tenista ruso por 6-3, 7-6 (7-3) y 6-4 y Nadal hizo lo propio ante su rival alemán por 6-1, 7-6 (7-3) y 6-4. Federer se marchó de la pista central contento y satisfecho de su actuación, mientras que Nadal lo hizo un poco más serio. No tuvo las mismas sensaciones.

El número 2 del mundo empezó de forma apabullante, como había hecho en los dos anteriores partidos ante Mijail Youhzny y Andy Murray. En 23 minutos se apuntó la manga ante Schuettler. El tenista alemán solo pudo ganar ocho puntos en esos primeros siete juegos. Por un momento debió de temer que después de haber jugado el día anterior el segundo partido más largo de la historia en Wimbledon, ante Nadal iba camino de perder el más rápido de la historia del torneo. "Nadal empezó genial y yo no estaba en la pista. Corría por allí sin sentido, no sabía qué hacer", admitió.

PROBLEMAS Todo parecía demasiado fácil. Quizás por eso mismo Nadal se despistó y al tercer juego del segundo set Schuettler le arrebató el saque. "Ganar 6-1, 6-1, 6-1 no es normal en un Grand Slam. He tenido un mal juego con mi servicio y casi pierdo el segundo set. Evidentemente no estoy satisfecho del partido. No ha sido el mejor, ni mucho menos. Probablemente sea mejor así. Ayudará a quitar la euforia. Hasta ayer no había tenido un mal momento", decía para optimizar un resultado que le dejó mal sabor de boca.

Nadal pasó apuros con el primer saque de Schuettler y con el revés cortado del alemán. Se salvó de perder la segunda manga con 5-4 en contra porque Schuettler envió dos derechas seguidas fuera de la línea de fondo y perdió su servicio. En esos momento se le veía intranquilo. Se cambió de zapatillas antes del tie break . En el undécimo juego. "Los tacos se me habían gastado antes de lo que pensaba, pero es que en el fondo de la pista ahora hay mucha tierra", argumentó. Le fue bien. Salvó el mal momento y el set. Ya no permitió más sorpresas. En la tercera manga recuperó el mando al romper en el tercer juego y tomar una ventaja de 5-3 definitiva, aunque no logró cerrar el partido hasta el cuarto match ball. Antes desperdició un 0-40, con dos errores impensables. El primero, al fallar un bote pronto y el segundo, al lanzar la bola contra la cinta cerca de la red y toda la pista abierta. Se enfadó y lo demostró públicamente, aunque tras la victoria se calmó.

Federer no pasó esos apuros. Y por eso no ocultaba su satisfacción. "He ganado a un jugador peligroso, capaz de ganar a cualquiera. Ha sido un partido perfecto para mí. Creo que he hecho el camino perfecto hacia la final", valoraba Federer.

UNA RACHA MAGISTRAL Las estadísticas avalaban su opinión. Federer logró 18 aces , no hizo ninguna doble falta, se apuntó 38 golpes ganadores. Incluso en el momento más complicado, cuando tuvo que jugarse el segundo set en el tie break , el suizo lo resolvió sin problemas adelantándose rápidamente 4-1 y cediendo solo dos puntos más. La victoria de ayer fue la 65 consecutiva que Federer logra sobre hierba y la 40 que logró de corrido desde que ganó su primer Wimbledon. La satisfacción del jugador suizo es evidente.