La selección francesa estropeó en Zagreb la fiesta que Croacia tenía planificada para su equipo de balonmano en el Mundial, al vencer con autoridad por 24-19 ante 15.000 aficionados y conseguir así su tercer título.

La campeona olímpica demostró que es, sin discusión, el mejor equipo del orbe. Francia jugaba su cuarta final. Ganó las de 1995 (Islandia) y en casa en 2001. En Zagreb, el equipo de Claude Onesta no falló y se convierte en el tercer equipo de la historia que enlaza la medalla de oro olímpica (Pekín 2008) con el título mundial. Antes lo consiguieron CEI (Rusia) y Yugoslavia.

Croacia, que llegó a esta final invicta tras nueve encuentros, se desinfló en el último cuarto de hora de partido. En ese tramo final, al que ambos equipos llegaron empatados a 18 goles, Francia anotó seis tantos hasta el final del encuentro, por uno solo del equipo anfitrión.

Tanto durante la primera mitad como el cuarto de hora posterior al descanso la igualdad presidió el choque, tal y como estaba previsto. Lo que resultó del todo imprevisible fue la reacción final de los franceses, con una defensa intensa y una efectividad en ataque letal.

El veterano conjunto croata no pudo frenar el vendaval, y sus piernas decayeron ante el empuje del conjunto de Onesta.

El extremo Guigou, deshizo el empate al transformar un penalti (anotó los 7 que lanzó), y dos lanzamientos posteriores desde 9 metros del central Karabatic y del lateral Narcisse colocaron el 21-18 en el marcador, a seis minutos de la conclusión. Francia se había plantado en el tramo final de la única forma posible para derrotar al equipo anfitrión: con una renta suficiente para evitar errores o interpretaciones arbitrales. Sólo un tiro de Lackovic vio las mallas, mientras que los franceses se lanzaron con seguridad sobre la meta croata.