La alabada ceremonia de apertura olímpica dejó para el recuerdo a una niña de 9 años entonando la Oda a la Patria vestida del mismo rojo que las banderas chinas. Lin Miaoke no era una desconocida: había protagonizado publicidad olímpica junto al campeón de vallas, Liu Xiang. Su fama se disparó: la prensa la saludó como la nueva imagen de China, fue portada del New York Times y recibió ofertas por decenas. Ayer se supo que las notas no salieron de su boca.

Barcelona había mostrado el camino: la flecha de Rebollo dibujó un arco excesivo, pero el fuego emergió puntual del pebetero. Se supo años después lo del mecanismo de encendido automático y el aterrizaje de la flecha en los aledaños del estadio. ¿Trampa La ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Barcelona-92 fue recordada hasta la semana pasada como la mejor.

Pero el fraude de la Marisol de ojos rasgados ha levantado más polvareda. Lo desveló en una radio china Chen Qigang, director musical del acto, para que se reconociera la contribución de la verdadera cantante. Es Yang Peiyi, regordeta y de dentadura caótica. Ocurrió que en los prolegómenos de la ceremonia, uno de los nueve miembros del Politburó juzgó que Yang no era la imagen que pretendía dar China al mundo y exigió el relevo alegando "interés nacional".

"La niña debía tener una imagen impecable, ser expresiva. Lin era excelente en eso, mientras que la voz de Yang no tenía rival. Teníamos un problema y lo resolvimos", explicó Chen. La niña rechazada negó estar dolida en una entrevista televisiva: "Estoy contenta porque mi voz salió en la ceremonia".

El lunes ya se había sabido que muchos de los fuegos artificiales vistos por la televisión tampoco fueron reales. Varias de las secuencias de explosiones supuestamente grabadas desde un helicóptero fueron creadas con un programa de ordenador durante más de un año. Incluso se fingió el vaivén del vuelo del helicóptero. Los fuegos artificiales sí que existieron, pero no son los que se vieron. Los organizadores explicaron que habría sido demasiado peligroso filmarlos desde el aire y que la contaminación habría deslucido el espectáculo.

El flamear nervioso de la bandera china durante la ceremonia ya había sido comentado entre la sudorosa prensa destinada al estadio, al borde del golpe de calor por la falta absoluta de aire. El mástil incorporaba un ventilador.