Miguel Induráin en sus años de dominio, cuando nunca se ponía el sol en una contrarreloj del Tour, jamás se atrevió a usar un plato del número 56, enorme como un edificio, que mueve la bicicleta a la velocidad del viento, como el que ayer hacía en la frontera entre Bretaña y Normandía, bajo la postal del Mont Saint Michel. Cuanto más grande es el plato, combinado con un piñón pequeño, más veloz va la bici. Pero hay que tener piernas y valentía para moverlo, como hizo Chris Froome. Y hay que ser un fenómeno de la naturaleza, como era el campeón navarro, y como lo es este espigado ciclista británico, nacido en Kenia, de 28 años, para no fracasar en el intento.

Froome se fortaleció ayer al frente del Tour. Era una crónica anunciada. Todo en el guión. Tony Martin, el campeón del mundo de contrarreloj, ganó la etapa y Froome se clasificó en segundo lugar. Sin sorpresas. Todos a dos minutos en la meta y a tres en la general. Un paraíso para Froome, un Tour dócil, atado y bien atado, él el más fuerte de todos; sin ninguna duda. Pero, ¿el gran Sky incuestionable estos dos últimos años está a la altura de su jefe de filas? ¿Se recuperará del hundimiento general de los Pirineos?

Sin equipo no se puede ganar en París. Está es la cuestión y aquí radica la emoción a raudales que van a deparar las montañas que aún deben ascender los corredores del Tour de las 100 ediciones; Alpes benditos como nunca y un Ventoux, patria de los ingleses, recuerdo de Tom Simpson, antepasado de Froome.

Froome hizo ayer lo que quería. Ejerció de líder, de jersey amarillo para cerrar una gran actuación empujado por ese plato desgarrador y por el viento que casi lo impulsaba a lo más alto del majestuoso monasterio del Mont Saint Michel, ayer cerrado al público, porque los espectadores estaban en la carretera, volcados con el Tour.

Esperaba, eso sí, que Alejandro Valverde, que llevaba mucho tiempo sin firmar una buena contrarreloj, se distanciara mucho más en la general. Y descubrió lo que su director Nicolas Portal le lleva repitiendo desde los Pirineos. "Valverde es el más fuerte", porque este exciclista francés, ahora convertido en técnico, fue gregario del murciano, habla perfectamente español, lo conoce bien y no se fía nada de él. "Valverde está más fuerte que Contador". Es la segunda consigna que recibe Froome. Por eso, ayer, tras sentirse más líder del Tour, con el jefe del Movistar a 3.25 minutos en la general, el ciclista británico confirmó la teoría de su director: "Mi misión ahora será estar pendiente de Valverde que es el que tengo más cerca de la general".

EL PAPEL DE CONTADOR Porque en Sky Home se baraja la teoría de que Contador no está fino como otras veces, a pesar de que ayer se movió en los tiempos del murciano (a tres segundos de él quedó clasificado en la etapa) y ascendió a la cuarta plaza de la general, detrás de un sorprendente y por ahora regular Bauke Mollema, bueno en la montaña. Sin embargo, el madrileño, reñido desde hace tres años con las contrarrelojes, redondeó una actuación aceptable y se le vio más altivo que en los Pirineos. "Todavía nadie ha ganado, ni ha perdido el Tour, queda mucho para París". Contador, en todos sus años de corredor, esté super o más discreto, como parece encontrarse ahora, jamás se ha entregado.