La humanidad está a punto de asistir a un cambio radical que marcará, sin duda, el futuro de la especie. Después de la revolución industrial nos encontramos ante una nueva revolución: la eléctrica.

Si tenemos en cuenta que el planeta está modificando su aspecto inmerso en un cambio climático y lo está haciendo a marchas forzadas, que en el año 2030 habrá más de mil millones de coches circulando por las carreteras de todo el mundo, que los gases de efecto invernadero en la atmósfera han aumentado más en los últimos diez años que en los 40 anteriores, que cada año se producen 4,4 millones de coches y que el 10% del CO2 que se emite a la atmósfera procede de los vehículos particulares, hallaremos los motivos suficientes para echarnos las manos a la cabeza y recapacitar.

NUEVA ERA Ese cambio climático, los gases invernadero, las reservas y el precio del petróleo y el incremento de la movilidad de la población ha acabado por llevarnos hacia una realidad que deja de ser virtual para convertirse en palpable. El vehículo eléctrico tomará un protagonismo similar al que tuvo en su día la rueda, la máquina de vapor o el ordenador. No queremos decir que se convierta en la única alternativa de movilidad pero, sin ser agoreros, será una de las principales soluciones a la necesidad innata del ser humano de desplazarse. Buscar una energía alternativa es ya un hecho, una prioridad. Ya no se trata de una utopía,

En una de sus últimas apariciones, Carlos Ghosn, máximo responsable de la alianza Renault-Nissan (marcas con un trabajo muy avanzado en modelos de energía alternativa), mostró una gran preocupación por la inminente necesidad de desarrollar en toda su plenitud el vehículo eléctrico cuanto antes. El motivo, más allá de la filosofía del cambio climático en sí, era más palpable.

Las reservas de combustibles fósiles escasean, cada vez quedan menos y cada vez es más caro extraer el petróleo de la profundidad de la corteza terrestre. Ese encarecimiento de la extracción lleva a un encarecimiento del producto. No hay que olvidar que en tan solo seis meses del año 2008, el precio del barril pasó de batir un récord histórico con 150 dólares a reducir a más de la mitad ese valor demostrando una variabilidad casi impredecible.

Si a eso unimos una inevitable escasez conforme se vayan agotando las bolsas de crudo, será en ese punto donde la propulsión eléctrica pueda tener mucho recorrido. Llevamos quemando petróleo como descosidos los últimos 100 años y eso tiene un precio. Además, la electricidad es una energía limpia en su esencia, aunque algunos de los detractores del coche eléctrico apunten hacia la contaminación generada en algunos de los procesos de obtención de energía eléctrica. Ni siquiera considerando esas opiniones, el coste en contaminación frente a la mejora que representa ante los actuales motores de combustión interna es mucho menor. Así pues, podemos afirmar que estamos ante una nueva Revolución para la humanidad, y hay que estar preparados para ella.

MENOS EMISIONES La lucha contra el cambio climático se está convirtiendo en la gran prioridad de la mayoría de las políticas de los paises del planeta. El transporte representa un elevado porcentaje en las emisiones de CO2 a la atmósfera y en España, por ejemplo, el transporte por carretera significa más de un 28% de las emisiones. La dependencia del petróleo es evidente en ese punto ya que el 99% de los productos destinados al transporte proceden del petróleo. El CO2, que se produce en la combustión de todos los combustibles fósiles, es el principal gas de efecto invernadero. Y vaya ahí un dato: Por cada litro de gasolina consumido, un coche emite en promedio 2,3 kilos de CO2 y por cada litro de gasóleo, unos 2,6 kilos de CO2. El coche eléctrico tiene un nivel de cero emisiones.

La eficiencia energética de un vehículo de combustión interna es muy baja, con un 18% para los motores de gasolina y un 23% para los diésel. El resto de la energía se pierde en forma de energía térmica (escape y refrigeración), mecánica (por la fricción de partes móviles) y acústica. En ese aspecto global, el vehículo eléctrico desarrolla una energía mecánica que puede ser almacenada en la batería en un 80%, y si sumamos todo el conjunto, su eficiencia energética se sitúa en torno a un 65%.

Las principales ventajas hay que buscarlas en el día a día. Un litro de gasolina está alrededor de un euro y el coste equivalente en energía eléctrica es de 0,20 euros. El abastecimiento, gracias a las fuentes de energía renovable, está asegurado de por vida. Las baterías de ion-litio, por ejemplo, tienen una vida útil de tres mil ciclos de recarga sin perder prestaciones, lo que supone entre 18.000 y 21.000 días de uso, mucho más que la vida media de cualquier vehículo. Y eso sin hablar del ahorro en mantenimiento de los vehículos por ausencia de aceites y lubricantes, poco desgaste de frenos y ausencia de transmisiones mecánicas.

Algunos detractores de este sistema recelan ya que la producción, transporte y distribución de la electricidad también tiene sus puntos débiles. Si tomamos los dos tipos de motor y se parte de la producción de energía en base al petróleo (centrales térmicas), el uso del coche eléctrico significaría una reducción del 6% en el consumo de petróleo. Sin embargo, el porcentaje de electricidad obtenida del petróleo es muy bajo (un 6,5% en todo el mundo), por lo que la reducción del consumo de petróleo es evidente.

Obviamente, las emisiones también son menores. El Electric Power Research Institute de Estados Unidos ha llevado a cabo un estudio que desvela que con la introducción masiva de un vehículo híbrido enchufable en el pais se conseguiría una reducción de entre 200 y 500 millones de toneladas anuales de CO2.

GRAN INVERSION Para luchar precisamente contra ese nivel de emisiones y para conseguir un ambiente más limpio con menor afectación a la capa de ozono, la mayoría de las marcas también llevan tiempo buscando alternativas al petróleo. El sector de la automoción invierte un 60% de sus recursos en investigación y desarrollo de soluciones medioambientales, lo que viene a significar unos 20.000 millones de euros anuales. Con ellos pretenden desarrollar nuevos modelos de vehículos menos contaminantes que, según las previsiones representarán en el 2015 el 15% de las ventas mundiales.

El futuro es eléctrico y las previsiones del Ministerio de Industria español indican que en el 2020 el 20% de los vehículos que circulen por las carreteras españolas serán eléctricos. Un dato importante para tener en cuenta.