Los hay que se atrevieron a dudar. Poco, pero dudaron. Y de Rafa Nadal no se puede dudar nunca. Ni nadie. Y menos si juega en tierra. No ha habido, ni hay, un jugador en esa superficie como nuestro número uno. Rafa jugó a lo grande un partido que todos daban ya por ganado de salida y esos, no otros, son los más difíciles de ganar. Solo tuvo dudas en los tres primeros juegos del último set. Pero pocas. Es el mejor, sí.

Era una opción. Hubiese podido funcionar, tal vez, contra cualquier otro equipo. No contra esta España. Tito Vázquez reservó a David Nalbandian confiando en que Juan Mónaco desgastase a Nadal. Ganarle era imposible. Se paseó y, encima, un macizo David Ferrer destrozó a Juan Martín del Potro, dejándolo muy tocado cara a su duelo con el mallorquín. España funcionó como un equipo.

Del Potro se dejó el alma. Nunca nadie le podrá reprochar nada. Está volviendo. Pero ayer tropezó con el campeón de los otros, de una lista de la que solo están excluidos Novak Djokovic, Rafa y Roger Federer. Luego ya viene Ferrer, apodado 'Hierro', incapaz de dar una pelota por pérdida. Su tenis es demoledor. Físico, sí, pero contundente. Su victoria fue algo más de un punto. Ganamos 2,5 a 0.