España ha demostrado que ya no es un equipo débil o vulnerable cuando juega fuera de casa. En el peor escenario posible y ante los mejores especialistas del mundo sobre hierba se ha estado a un paso de ganar.

Sé lo difícil que es aceptar una derrota cuando se ha estado tan cerca del triunfo, pero tanto Juan Carlos Ferrero como Carlos Moyá deben sentirse satisfechos de haber realizado un torneo extraordinario y haber tenido contra las cuerdas a un equipo como el australiano que jugaba en casa, con el apoyo de su público y en su superficie preferida, la hierba.

La final sólo se ha decantado a favor de Australia por pequeños detalles. El primer día España mereció ganar los dos individuales. Una de las claves del éxito estaba en sorprender al principio de los partidos aprovechando la falta de competición de los australianos. Moyá lo aprovechó con Philippoussis. Desde el primer momento logró imponer el ritmo gracias a un resto que le funcionó de maravilla. Ferrero también sorprendió a Hewitt en los primeros sets y le tuvo a su merced, aunque en la cuarta manga perdió la ocasión de rematar el partido. Le faltó al final la intensidad de juego que nunca perdió Moyá.

Ayer, Ferrero también tuvo la oportunidad de ganar a Philippoussis, pero le perjudicó el parón que hubo antes del quinto set. Philippoussis supo romper el ritmo y luego lo dio todo apoyado en su servicio.