Es una de las grandes sensaciones de la Segunda División. Hoy, muchos niños de Almendralejo quieren ser como él. Y muchos de su Barcelona natal, más en concreto del barrio de Buen Pastor, próximo a Santa Coloma de Gramanet, donde se crió este gigante. La historia de Enric Gallego es más propia de un jugador de los años 90 que del moderno y sofisticado fútbol actual. Muchos se quedarán anonadados si les contamos que antes de ser una de las estrellas de esta Segunda, este fornido delantero ha tenido que currárselo como camionero, transportista, instalador de aires acondicionados, obrero de la construcción o gestor de bicis de alquiler. Un buscavidas que, hasta los 22 años, ni siquiera había pisado la Tercera catalana y pululaba por los campos de la Segunda regional y los parques de su barrio jugando entre amigos.

El Gigante que hace tres días se coronaba con un hat-trick en el Wanda Metropolitano empezó a los cuatro añitos en su barrio de Buen Pastor. Hizo dos años de infantil en la Gramanet y uno de cadete en el Badalona B. Luego se volvió a casa. En un partido de juveniles, su equipo acabó metido en una tangana y les expulsaron de la liga. Y ahí, lo dejó. Estuvo dos años sin jugar. A los 20, terminó en Segunda Regional en el equipo de su barrio. Tres categorías por debajo de Tercera División. Tres. «Yo jugaba para pasarlo bien con los amigos. No pensaba en más. Trabajaba todo el día y luego me distraía entrenando».

Al año siguiente, Enric se fue al Alzamora, de la Primera Regional catalana. Marcó 16 goles y su entrenador, Orlando, le dijo: «Viene un equipo de Tercera a verte. No hagas aspavientos que esas cosas no les gustan». El ojeador ni se presentó. Pero Orlando cogió a Enric y lo llevó a probar en el Premiá. «No quieras hacer más de la cuenta. Haz lo que sabes», le dijo. El Premiá lo entrenaba Quim Ayats en Tercera. «Me dijo que volviera al día siguiente con la foto para hacerme la ficha. Yo estaba flipando».

Por aquella época, Enric trabajaba de camionero y repartidor en la empresa Grupa Tainer, del primo de su mujer. Diariamente se iba al puerto de Barcelona a recoger paquetes que tenía que repartir por media Cataluña. A veces, hasta Francia. «Hacía kilómetros. En alguna ocasión tuve que quedarme a dormir en la litera del camión. Pero era mi trabajo». Estuvo dos años. Cuando despuntó con el Premiá, el Espanyol B se fijó en él. Y Enric, por primera vez, decidió apostar por el fútbol. «Hablé con Jesús (mi jefe) y le dije que quería estar bien. Antes de que me llamara el Espanyol, estuve a punto de salirme de la carretera dos veces con el camión porque me quedaba dormido. Tenía que cambiar eso», se sincera el Gigante.

Pero no sería su último trabajo. En el filial perico solo estuvo un año, pues el otro acabó cedido en Cornellá. Andrés Manzano, el director deportivo, tenía una empresa de gestión de bicicletas por Barcelona. Enric cobraría parte del sueldo en el club y un plus en la empresa. Su misión fue, el primer año, llevar bicicletas a los puntos donde había menos. Y el segundo, salir a buscar las bicis robadas o en mal estado.

Solo fútbol / No fue hasta los 27 años, hace tan solo cinco, cuando Enric empezó a dedicarse únicamente al balón. Lo firmó el Badalona. Y luego llegaron Olot, Cornellá y Extremadura.

Pero, ¿cuándo se dio cuenta que era futbolista? «Aún no me he dado cuenta pienso algunas veces. Sinceramente, voy al día. Viviendo el presente. Y nada más».

Enric procede de una familia humilde y trabajadora, al igual que su mujer, Sandra, su principal apoyo. «Ella ha sido siempre mi principal guía, desde hace 14 años. Es la que me da los mejores consejos. Y, la verdad, siempre tengo que tenerlos en cuenta».

Resulta curioso, pero Enric Gallego empieza a ser conocido a los 32 años. «Sinceramente, nunca me he planteado por qué ahora. Para mí nunca es tarde. Son cosas de la vida. Siempre le he dicho a los míos que el destino quería que a los 20 años estuviera trabajando en otros lugares y ahora donde estoy».

Enric tiene este año y otro más de contrato con el Extremadura. Su potencia, calidad para la definición y su entrega le abren paso en esta Segunda y quien sabe si, todavía, está a tiempo el tren de Primera. «No sabría decirte cuál sería la respuesta a esa pregunta» responde rebosando humildad.

El pasado sábado, en el Wanda, le visitó Jesús, su antiguo jefe de camiones. Lo hizo junto a su hijo, ataviado con una camiseta del Extremadura. Enric estuvo con ellos, recordando anécdotas. Y recordando su pasado. Ese que le hace saborear aún más lo que le regala el presente.