¿La élite favoreceal deporte de base?

Después de más de 20 años de docencia como profesor de Educación Física, de las muchas cosas que recuerdo una es que con frecuencia mis alumnos me interrogaban sobre mi equipo de fútbol preferido. Lo hacían desde el convencimiento de que yo debía, necesariamente, tener más simpatías hacia uno que hacia los demás. Daban por sentado que lo ´normal´, lo ´natural´, casi ´obligatorio es que uno sea aficionado al fútbol y por supuesto ´forofo´.

Les era muy difícil entender que no me inclinara por ninguno, más complicado aún les resultaba digerirlo sabiendo que a mí me me gusta el fútbol y que procuraba practicarlo con ellos. Tampoco entendían que estuviera por el juego limpio.

La mayoría es aficionado a ´ver deporte´, preferentemente acompañado de amigos y cubatas. El modelo que la sociedad ´vende´ conduce a una enorme cantidad de ´fracasados y desertores´ de la práctica. Sólo tienen cabida los mejores, los más fuertes...

¿Es cierto que promocionando el deporte de élite y la profesionalidad, destinando cantidades enormes de dinero y de recursos diversos, se potencia el deporte de base?

Si preguntamos a cualquier persona si le parece bien que la ciudad tenga un equipo en Primera o en ACB, no dudará y dirá que sí. Tampoco dudará si le preguntamos si es bueno que Badajoz tenga un estadio en el que se gastaron 1.500 millones de pesetas.

Nadie se atrave a ir contracorriente y cuestionar cosas del tipo de menciono. Más, ¿Qué aporta, qué ha aportado el que tanto la Junta o el ayuntamiento hayan venido, directamente o de forma encubierta, subvencionando a clubs profesionales y a deportistas de alta competición y sigan manifestando que lo seguirán haciendo? ¿En qué se beneficia la gente corriente?

Es evidente que si a alguien beneficia todo este tinglado es a la empresa privada y no a la comunidad. ¿Por qué razón han de recibir determinadas actividades privadas trato de favor?

¿Hay que entristecerse porque el Cáceres CB no esté el próximo año en la ACB o si el Badajoz desciende? Pues depende. Hay personas que, como yo, piensan que merece la pena promover otro modelo. CARLOS A. CALDITO. Badajoz