Una lágrima por

José Angel Hermosilla

¡Una lágrima! ¡Una lágrima es lo que somos! A este grito que nos dabas cuando el equipo no funcionaba, unimos hoy mil lágrimas más porque hoy tampoco funcionamos sin ti.

El CAR Cáceres de rugby se ha hecho una piña, aunque sólo sea por una vez, como tú siempre quisiste que fuera, para honrarte, llorarte y acompañarte. Como tus amigos, tus aprendices y tus ´hijos´, queremos agradecerte todo lo que has hecho por nosotros y por lo que has sembrado, que tendrá fruto. Queremos agradecer, como colectivo al que estás unido para siempre, a todos los medios de comunicación y a las instituciones el estar con Marta y con tus hijos, así como con nosotros, en momentos tan duros y penosos. ¡Una lágrima! Eso es lo que ahora somos. De veras.

PEPE VEGA. Cáceres

Un lujo en el

rugby extremeño

Dicen que siempre se van los mejores y, desde luego, en este caso así ha sido. José era el mejor, pero no por haber jugado en un equipo al que ayudó a crecer hasta lograr situarlo entre los mejores de España, el Quesos Entrepinares; ni siquiera por haber jugado en la selección, tanto de rugby a quince como de rugby a siete. José era el mejor por el compromiso (una palabra que tanto le gustaba) que él decidió contraer con un deporte al que amaba y conocía como muy pocos. Un compromiso que le llevó a hacerse cargo de un club tan humilde como la humildad que él siempre mostró a la hora de dirigirlo (nadie le oyó jamás presumir de sus logros).

La filosofía de un creador tan genial como él se basaba en el trabajo duro y diario y para predicar con el ejemplo asumió ser entrenador y jugador, una tarea complicadísima, pero su implicación fue más allá y se hizo cargo de la dirección técnica de la federación. Ambas entidades crecieron a pasos agigantados.

Has dejado un sentimiento de orfandad, eras el referente. Pero tu proyecto no se perderá: el mejor homenaje que podemos hacerte es continuar con los grandes planes que tú tenías con el rugby extremeño. Ha sido un lujo aprender a tu lado. No te olvidaremos. Hasta siempre, José.

MARTIN L. ROJO. Cáceres