Puede que en Montmeló, en el GP de España, arranque un nuevo campeonato cuando los equipos poderosos, las grandes escuderías, pongan en la pista coches nuevos adaptados a los nuevos difusores. Puede. De momento mandan los pequeños, los privados. Los Brawn y Red Bull dominan después de tres carreras y están sacando los colores a los grandes.

Son los que compran los motores a los grandes, los que rentabilizan al máximo el dinero y las ideas. Ahí están los dos liderando el Mundial. Brawn GP, el equipo por el que Ross Brawn pagó solo una libra, el mismo que solo luce la pequeña publicidad (Virgin) del multimillonario Richard Branson. Ahí están los Red Bull del austriaco Dieter Mateschitz, que ya puede anunciar a los cuatro vientos que su bebida energética también da alas a los pilotos de F-1. Adrian Newey, el gurú del diseño, ni siquiera viajó a China. Se quedó en la fábrica de Red Bull para pintar con sus lapiceros las nuevas suspensiones y aerodinámica del próximo monoplaza ganador. El coche equipado con motor Renault también mejorará, y mucho en España. También lo hará Brawn, el equipo que ha reducido su nómina de carreras de 100 a 50 personas, que apenas lleva repuestos a las cicruitos. "Prefiero gastar el dinero en el túnel del viento", advierte el ingeniero Brawn.

Ferrari, bajo cero

Los más grandes, los de más presupuesto, el equipo más laureado de la F-1, Ferrari, comparte el último lugar de la clasificación con la cenicienta de la parrilla, Force India. Cero puntos para ambos. Es el peor arranque de temporada de Ferrari desde 1981. Nada menos que 28 años. No disfrutan de fiabilidad. Felipe Massa se retiró ayer cuando iba tercero con un problema eléctrico (es el cuarto abandono por avería de los rojos en tres carreras). Tampoco encuentran rendimiento en el coche, ni en los neumáticos, ni en la estrategia, ni en los pilotos: Kimi Raikkonen, sin ninguna salida de pista, fue décimo en Shanghái. La crisis es evidente. "En Bahréin es probable que volvamos a correr con el KERS. Entretanto, tenemos que trabajar intensamente para poder desarrollar nuevos componentes aerodinámicos y poder disponer de ellos en el GP de España", dice desesperado Stefano Domenicalli.

Mientras tanto, Renault tiene fe. "Teníamos coche para estar cuartos", se repetían Fernando Alonso y sus ingenieros al término del Gran Premio de ayer en China.

Habían hecho lo más difícil, montar un coche casi a ciegas para situarse en la primera línea de la parrilla, para "acabar por detrás de los Red Bull y Button la carrera". Otra vez un fallo de pilotaje bajo el agua, propiciado por la desesperación de equivocarse en la estrategia, lo hundió todo. Lo "positivo", dice Alonso, "es que el equipo ha progresado", que el coche ha mejorado lo suficiente como para sumar puntos regularmente.

A eso se ha apuntado McLaren. A la espera de lo que el Consejo Mundial de la FIA decida esta semana sobre las mentiras de Lewis Hamilton a los comisarios en el Gran Premio de Australia, están reaccionando con calma, con los dientes apretados, sin quejarse de nada, como suelen hacer los grandes equipos. Queda todavía mucho por escribir en este Mundial.