Las mamparas ocultan el trabajo de los tres equipos que luchan por el título en los boxes de Suzuka. Alguna vez la cabeza de algún ingeniero rival asoma con disimulo para escudriñar alguna pieza nueva, un nuevo alerón, algo, con lo que puedan sorprender, una pista para dar orden al fotógrafo para acribillar a instantáneas el invento y analizarlo de inmediato. "Por mucha experiencia que tengas, la ventaja te la puede dar un nuevo alerón que te de dos décimas", dice Fernando Alonso. Por eso los espías disfrazados de fotógrafos trabajan a destajo apostados delante de cada box . Por eso los mecánicos se afanan en tapar los difusores en la parrilla de salida. Es la guerra.

"Todos los grandes tienen sus fotógrafos", explica uno de los ingenieros españoles del circo. Son profesionales que trabajan para periódicos, revistas o agencias que, además, se sacan un dinerillo extra como espías. Suelen ser tipos experimentados, con muchos conocimientos, pero a veces no basta. Por eso algún ingeniero echa un vistazo antes para identificar una pieza nueva en el rival. "Nosotros", explica otro técnico que, por razones obvias, pide anonimato, "solíamos traer a ingenieros que nunca salían del túnel del viento a las carreras. Tenían un pase de invitado, vestían como aficionados y fotografiaban a la competencia. Ellos sí sabían lo que buscaban, vaya si lo saben".

Estrategias

Son becarios de espías. Y, junto a ellos, los habituales, ataviados con el chaleco, cargados de cámaras. "Un día estuve de cinco a nueve de la noche frente al box de Red Bull intentando fotografiar un muelle de la suspensión trasera que me habían encargado", explica Miquel Liso, fotógrafo de Manresa, habitual del Mundial de rallys y F-1. Se pasó "cuatro horas intentado fotografiar un miserable tornillo o lo que yo creía un miserale tornillo". Y lo peor es "el complejo de espía. ¿Qué haces, ya de noche, tú solo, cinco horas, con un objetivo de 600mm y duplicador a cuatro metros del box ? Los tíos no son tontos y lo intentan tapar hasta que ¡zas!, lo pillas". Y lo pilló. Y lo copiaron. Y el equipo para el que trabajaba ganó el GP siguiente en 2008, y recibió un mensaje en su móvil del jefe de esa escudería. "Enhorabuena, éste también es tu triunfo".

Los fotógrafos profesionales y las ratas de túnel del viento metidos a aprendices de espías han sido quienes dieron con el secreto de Red Bull: un muelle colocado en la tea try (bandeja de té: la parte --de madera-- más baja del coche y que entra en contacto con el suelo). Los coche pasaban todas las mediciones de flexibilidad, torsión, altura, etcétera antes de salir a pista. Pero, una vez sobre el asfalto, en cuanto el piloto (Vettel o Webber) pasaba por un piano --a posta, claro--, la tabla se levantaba y por acción de ese amortiguador no regresaba a su posición inicial, sino que lo hacia lentamente casi empleando una vuelta, hasta que !zas!, volvía a pisar otro piano. Pero la FIA prohibió ese muelle a Red Bull desde el GP de Italia y, qué casualidad, desde ese momento los Red Bull han bajado su rendimiento. Italia y Singapur vivieron dos victorias de Ferrari. "Eran dos circuitos muy particulares", advierte Alonso. Este fin de semana en el veloz y exigente ocho de Suzuka era la prueba para saber si el muelle es o no la clave del bajón de los hasta hace poco todopoderosos Red Bull.

Sin embargo, los ingenieros no descansan, parece que han inventado otra cosa. Vuelven a ser primeros. Y los espías volverán a la carga. Vaya que si volverán.