La gloria y la derrota en un solo instante. El cielo y el infierno en 20 segundos, los que transcurrieron entre el paso por meta de Felipe Massa (Ferrari) y Lewis Hamilton (McLaren). Dos familias gritando de emoción al mismo tiempo, dos equipos saltando de gloria al unísono. No pudo ser más emocionante, ni más cruel, ni más gratificante. Massa y Hamilton ganaron y perdieron la corona en las dos últimas vueltas de Mundial más trepidantes de los últimos 20 años. Después lloró Massa, Lula y todo Brasil. El menudo piloto paulista comprobó que, a unas curvas del final, su gran rival había ganado una posición, de la sexta a la quinta, lo que necesitaba para proclamarse el más joven campeón de la historia tras dos temporadas en la F-1 en las que ha demolido las estadísticas.

La lluvia, ese elemento que hace maravillosas las carreras de F-1, se presentó, de nuevo, por sexta vez esta temporada. Apareció a cuatro minutos del inicio teórico de la salida, como para decir: "¡Ojo! Aquí estoy yo para que todo se decida al final". Un chubasco obligó a retrasar la salida 10 minutos. Más tiempo para que las gradas siguieran con los gritos de apoyo a Massa y toda clase de cánticos contra Hamilton.

Y SE PUSO A LLOVER Lluvia intermitente, justo el escenario que Hamilton no quería. La táctica de McLaren era sencilla: Hamilton tendría que ser la sombra de Massa, repostar al mismo tiempo, elegir los mismos neumáticos... Por eso cargó algo más de gasolina "con el fin de poder hacer todo lo que hiciera Felipe", desveló Pedro de la Rosa.

Heikki Kovalainen (McLaren) protegió perfectamente a Hamilton en la salida y el finlandés fue rebasado por Fernando Alonso, mientras Sebastian Vettel, el ganador bajo la lluvia de Monza con el Toro Rosso, el mago sobre el agua, adelantó a ambos y se situó justo tras Hamilton, al que comenzaba a atacar cuando la señal de coche de seguridad salvó al inglés del ataque del talento alemán. Fue un aviso de lo que podía ocurrir si volvía a llover. David Coulthard y Nelson Piquet dejaron sus coches maltrechos en las eses de Senna y la carrera se reanudó tres vueltas después, sin más cambios que la lucha sin éxito de Kovalainen por adelantar a un portentoso Alonso.

La pista comenzó a secarse y Giancarlo Fisichella, Nico Rosberg y Jenson Button se atrevieron a parar en el box para colocar neumáticos lisos. Era solo, la séptima vuelta del GP. Bourdais y Glock lo hicieron en el giro siguiente. Vettel, Alonso, Webber y Barrichello les siguieron.

Massa entró en la ocho y, ¡sorpresa!, fue Kovalainen quien primero paró en McLaren, mientras que Hamilton lo hizo una vuelta después, para protegerle de un error de pilotaje sobre mojado con los neumáticos lisos. Total, que acertaron los que primero entraron y el orden tras la primera parada era Massa, Vettel, Alonso, Raikkonen, Fisichella, Trulli, Hamilton, o sea, en esa posición, era campeón Massa. El inglés presionó al italiano de Toyota y logró rebasarlo, pero el sexto puesto también sin título.

Sin un error, se hacía imposible adelantar porque solo existía una trazada seca, así que Fisichella se defendió bien de los ataques de Hamilton, mientras Ron Dennis se desesperaba en el muro de McLaren: su decisión había hecho perder dos puestos a su pupilo, que recuperó pronto una al superar a Fisichella. El quinto puesto ya le daba el título. Pero aún restaban 56 giros con un cielo encapotado.

Por delante, Vettel y Alonso seguían con facilidad el ritmo de Massa, mientras que Raikkonen había perdido 8 segundos con el asturiano en nueve vueltas. Ahí se estabilizó la carrera y se apagaron los gritos de los 70.000 torcedores. Ante las sospechas de que el motor había quedado dañado en el GP de China, McLaren hizo un rigurosísimo examen "de cada una de las 3.000 piezas del coche, junta por junta, detalle por detalle, afinando al máximo", desveló Dennis. Los exámenes del lubricante revelaban que no había restos de metal, lo que garantizaba que el motor no tenía problemas. Esa revisión costó siete millones de euros, pero con el ajuste, el coche había "ganado 0.14 segundos. Ha sido la décima de mejora más cara de la historia de McLaren", reveló Dennis.

MOMENTOS CULMINANTES Solo la mecánica preocupaba a Hamilton. El inglés, en tierra de nadie, rodaba cómodo, sin apuros. Todo siguió igual tras el segundo carrusel de repostajes: Massa, Vettel, Alonso, Raikkonen y Hamilton. El inglés, además, tenía a Kovalainen, su escudero, justo detrás. La quinta plaza parecía completamente segura. La única preocupación en McLaren era el radar meteorológico. La lluvia podía complicarlo todo otra vez, y lo hizo a seis vueltas del final del modo más increíble.

Todos a cambiar neumáticos de nuevo. La madre, la hermana, el hermano, el padre, toda la familia de Massa apuró sus rezos. Los Hamilton rezaban al mismo Dios desde el otro box. Massa, Alonso, Raikkonen, Glock --que no se detuvo a cambiar ruedas, lo que acabaría decidiéndolo todo-- Hamilton y Vettel. Ese era el orden tras la tercera parada en los garajes, justo cuando dejó de llover.

FINAL DE INFARTO Vettel, el tapado de Schumi para Ferrari, se convirtió en juez del título. El rey de la lluvia sacó los dientes y comenzó a recortar la diferencia sobre su presa. Hamilton, que se había exhibido bajo el agua en Silverstone y Alemania, no le duró ni dos intentos. El niño de Toro Rosso adelantó a Hamilton a dos vueltas del final e hizo retumbar el circuito de Interlagos porque el inglés no era capaz de devolverle la maniobra.

El título era de Massa, Brasil enloqueció... pero volvió a llover con más fuerza en el último giro y Glock, con gomas de seco, no aguantó ni a Vettel ni a Hamilton en una última vuelta digna de suicida. El inglés superó a Glock en la última curva y ganó la posición que necesitaba para cruzar la meta campeón.