Cumplió el sueño de su vida, pero ni aun así tuvo la debilidad de abandonar su reconocida timidez y discreción. En su segunda ascensión al podio, flanqueado por el australiano Cadel Evans y por el austriaco Bernhard Kohl, Carlos Sastre solo dijo una frase. "Ahora sí que he hecho realidad el sueño de mi vida", afirmó en español, y después dio las gracias en francés, inglés y castellano. Estaba acompañado por sus hijos Claudia, de siete años, y Yeray, de cuatro años.

Pero Sastre subió más veces la escalerilla de la gloria, hasta cuatro: para recibir el jersey amarillo individual; como integrante del mejor equipo, el CSC, y para posar junto a los otros maillots premiados, el verde de otro español, Oscar Freire, el blanco del luxemburgués Andy Schleck, y el de topos de Bernhard Kohl.

Su esposa, Piedad, hermana del ciclista fallecido José María Chava Jiménez, es aún más discreta que el campeón y no quiso hablar. Sí lo hizo el padre, Víctor Sastre, quien explicó que el rey Juan Carlos llamó a su hijo para felicitarle.