"Más que fría, se encontraba desencantada, engañada. Cada año se hacía una cosa diferente, y en diciembre se dejaban de pagar nóminas. Aquí hemos puesto mucha calma, mucha cautela, mucha seriedad". Daniel Martín Muñoz (Madrid, 7 de junio de 1971) es el presidente del Mérida. El, como otros muchos, sin conocer de cerca la realidad de la ciudad, se ha sentido sorprendido, al tiempo que halagado, por la respuesta de la afición.

"Esperábamos que hubiera ayuda, pero no tanto seguimiento. Yo creo que ni los propios aficionados se lo esperaban así. La gente se ha ido sumando y estamos contentísimos", dice desde su despacho madrileño del Grupo Abeto, principal sostén económico del proyecto del Mérida.

"Que todos los tengan claro: esto a va a ser serio. Y tienen mi palabra", insiste Martín, feliz también por el grupo de trabajo que ha formado, una de las claves del éxito momentáneo del proyecto, y que espera que se prolongue mucho en el tiempo.

El dirigente del Mérida advierte con claridad meridiana. "No nos vamos a salir del presupuesto y vamos a estar tranquilos. Y seguimos sumando".

"A mí me dijeron en su día que primero hay que dar el dinero para el trabajador y después viene lo demás, todo muy comedido y estudiado". La filosofía está clara. Martín estuvo ayer en Almendralejo viendo a su compartidísimo Mérida, al que espera llevar a las más altas cotas, pero siempre con un mensaje claro: trabajar concienzudamente por mejorar. El, como sus futbolistas, como su entrenador, como su directiva, sabe que será complicado y se quita presión. "Está claro que nos va a costar mucho". El objetivo más inmediato es estar lo más arriba posible de los cuatro primeros lugares de la clasificación al final del campeonato. Si es el primero, que tiene el premio mayor de afrontar una eliminatoria directa de ascenso, mucho mejor para todos.

Nevado, San Félix, Redondo, Amaro, Troiteiro, Plaza, Tarriño... y los más de 1.100 abonados del Mérida, todos en el mismo barco. ¿Llegará al puerto que desean? El tiempo lo dirá. Ellos serán testigos. En un naufragio no se quiere ni pensar. El clima es benigno.