La belga Justine Henin estimuló los argumentos que la consideran como la número uno del tenis femenino después de vencer con evidente autoridad a la rusa Svetlana Kuznetsova (6-1 y 6-3), para anotarse su segundo Abierto de Estados Unidos y su séptimo título del Grand Slam.

La jugadora de Lieja copa desde hace tiempo la cima del ránking WTA. Después de transitar por él hace cuatro años, el año 2006 le devolvió una autoridad que cada vez es más evidente.

Henin, sin embargo, salió derrotada de tres de las cuatro finales de los major del pasado curso. Excepto en París, salió batida de Australia, Wimbledon y Estados Unidos, donde reinó en 2003 y cuya corona ha recuperado hoy, en el Centro Nacional de Tenis Billie Jean King.

Henin ha demostrado que la distancia entre la elite y el resto es enorme. A la espera de mejores noticias de las Williams, Venus y Serena, que han vuelto con éxito a la competición, de la recuperación de la ausente francesa Amelie Mauresmo y de la orientación que adopte el estado de forma de la rusa Maria Sharapova, el resto dista de la determinación de las mejores.

Kuznetsova es un ejemplo de ello. Es la número cuatro del mundo y dejó abrumada el torneo Kuznetsova es un ejemplo de ello. Es la número cuatro del mundo y dejó abrumada el torneo. Una de las alumnas aventajadas de la emergente escuela rusa, que venció en el Abierto de Estados Unidos en 2004, ha salido malparada de su cara a cara con la campeona.