Hace 17 años, la careta de esgrima fue, como las mangas largas de la chaquetilla y el pantalón hasta los tobillos, el refugio para Ibtijah Muhammad, una niña negra y musulmana de Nueva Jersey (Estados Unidos) que no encontraba en el bésibol, el tenis, el voley o el atletismo forma de hacer comulgar su entrega al deporte con los requerimientos de vestimenta que sigue por su fe. En 2016, quitarse esa careta es orgullo y reivindicación. También, historia.

Este lunes, en el Carioca Arena 3 de Río de Janeiro, la tiradora de 30 años se ha convertido en la primera deportista estadounidense que compite en unos Juegos Olímpicos con hijab. Tras superar por 15-13 a la ucraniana Olena Kravatska en la ronda de 32 de sable individual ha caído frente a la francesa Cecilia Berder por 15-12.

Su sueño olímpico sigue vivo con la competición por equipos. Pero, ante todo, Muhammad se ha anotado el asalto contra ladiscriminación y división, dos problemas que en EEUU vuelven a prodigarse azuzados por el lenguaje y las propuestas incendiarias del candidato presidencial republicano, Donald Trump.

"MUSULMANA, NEGRA, CHICA"

Muhammad es más que un símbolo hoy para EEUU. “Musulmana, negra y chica”, como ella misma ha dicho con orgullo, encarna la lucha por superar esa lamentable trifecta de discriminación. Y su relevancia es mucho mayor que el puesto ocho que ocupa en la clasificación mundial de esgrima, un deporte que en EEUU ha estado históricamente dominado por competidores blancos.

Es algo que reconoció la revista 'Time' al incluirla en su última lista de las 100 personas más influyentes del mundo. Es algo que han entendido grandes corporaciones que la han fichado para campañas publicitarias, como Visa, que en un anuncio combina la imagen de la tiradora con su hijab con una frase que incluye la palabra “coraje”.

Y es algo que sabe el presidente de EEUU, Barack Obama, que la tuvo como una de sus invitadas en su primera visita a una mezquita en suelo estadounidense en febrero, dos meses después de que Trump propusiera por primera vez el veto a la entrada a musulmanes en EEUU.

Con la triple meta de “combatir, educar e inspirar”, Muhammad ha aceptado finalmente con gusto el altavoz que le dan sus triunfos deportivos y su histórica participación olímpica. Usa entrevistas y redes sociales para expandir su mensaje y denunciar casos de discriminación que son demasiado comunes en EEUU para musulmanes, que representan solo el 1% de los 324 millones de habitantes del país.

Y en abril, por ejemplo, colgó la foto de un hombre que en plenoManhattan le preguntó si iba a hacer estallar algo y la siguió diciéndole que era sospechosa. “Vivimos un momento en que la gente se siente cómoda escupiendo su odio y acosando a los inocentes en nuestras calles. Necesitamos cambio”, tuiteó.

Su entrenador, Akhi Spencer-El, ha relatado también cómo cuando el equipo viaja Muhammad es la única en los aeropuertos a la que se somete a un control extra que no se siente en absoluto tan “aleatorio” como se dice que es. Y el goteo de incidentes no cesa. El mes pasado, en South by Southwest, un festival que es el culmen de lo moderno y 'cool' en EEUU y donde había sido invitada a dar una conferencia, le pidieron que se quitara el hijab para la foto de la acreditación. (Se negó y luego se disculparon).

“Estoy feliz de retar estereotipos y concepciones erróneas que la gente tiene sobre las mujeres musulmanas”, le decía recientemente a la BBC Muhammad, que ha lanzado también con su familia una línea de ropa elegante y recatada pensando en dar más opciones a mujeres como ella y que recuerda la diversidad que hay dentro de su propia comunidad. “Como en todas las religiones, entre los musulmanes hay conservadores, progresistas y todo el abanico en medio”, decía en otra entrevista reciente. “Pintar a todos con un solo brochazo gordo puede ser frustrante”.