Alberto Contador sabe desde ayer por la tarde que el Tour 2011 no será un camino de rosas. Ni mucho menos. Si en Italia se ganó el aplauso de los tifosi, si en el Giro nadie le discutió nada y lo trataron como el gran campeón que es, en Francia el panorama que le aguarda se presenta bien distinto. Le costará Dios y ayuda ganarse el cariño de los aficionados franceses, los mismos que ayer lo recibieron con una sonora pitada en el solemne acto de la presentación de equipos que se ofició en el parque temático del Puy du Fou, en la región atlántica de La Vendée.

Han sido muchos meses cocinándose un ambiente adverso hacia el pinteño, como si se quemase en torno suyo la maldita carne que comió hace un año en la jornada de descanso del Tour en Pau. La organización quiere una carrera tranquila, en la que solo se hable del duelo entre Contador y Andy Schleck. Pero la afición francesa, que lleva 26 años buscando sin éxito un sucesor para Bernard Hinault, un compatriota que vuelva a llegar de amarillo a los Campos Elíseos, solo se encuentra una y otra vez con victorias extranjeras en París. Y no solo en ciclismo. Concretamente en el Tour, en los últimos 12 años solo han podido aplaudir a corredores de dos nacionalidades: Estados Unidos (los siete éxitos consecutivos de Lance Armstrong) y las cinco victorias españolas desde el 2006.

Sin perdón

Por eso, a Contador no le perdonan las dudas desatadas por el clembuterol que apareció en su orina. Y si en su país todos lo han creído, lo han disculpado y lo apoyarán hasta la saciedad, empujándolo mentalmente para que gane su cuarto Tour, en Francia, por lo visto ayer en la plaza de espectáculos del Puy du Fou, no están dispuestos a bendecir su presencia en la grande boucle . Ayer por la tarde, la presentación de equipos transcurrió serena y festiva hasta que llegó el turno del gran favorito. La megafonía anunció el nombre de Contador. Primero fue un ligero murmullo, pero en apenas unos pocos segundos la protesta se generalizó y desembocó en una sonora pitada. A Contador lo que más le inquietaba, por encima del cansancio del Giro, era la reacción del público galo. Desde ayer en la Colina del Loco (la traducción del Puy de Fou) tiene razones para estar muy preocupado.

El público, el mismo que ya le cuestionó de forma injusta el año pasado por no esperar a Schleck cuando se le averió el cambio de la bici en los Pirineos, se presenta más adverso que la prensa internacional, que ayer apenas lo incordió con preguntas molestas en la multitudinaria conferencia de prensa como último ganador. "Mi tolerancia con el dopaje es cero. Espero que me crean, aunque todo el mundo es libre de pensar lo que quiera. Desde que volví no hay nadie que haya pasado tantos controles como yo pues he logrado victorias allí donde he corrido. Por eso me parecería ridículo que me quitaran mis triunfos". En 1975, en otro Puy, el de D´me, a Eddy Merckx le dieron un puñetazo en el hígado que le supuso perder el sexto Tour, y a Armstrong lo abuchearon en el Ventoux (2002). Mucho peor.