En el Liceo del motor, en el paraje más hermoso del mundo, en el circuito donde brillan más los grifos de los baños que los Rolex y donde el dinero corre más que las motos, el Mundial de motociclismo dio toda una lección de lo que es, uno de los mayores espectáculos del mundo. Un show que empieza a ser reconocido en el mundo entero y más en este Liceo de Spielberg, propiedad del milmillonario Dietrich Mateschitz, que un día convirtió un refresco callejero de Bangkok en la excitante bebida que lo haría rico, rico, rico.

"¿Usted no podría hablar con el señor Ecclestone y contarle lo que tiene que hacer para que la F-1 sea tan divertida como las motos?", le sugirió Mateschitz a Carmelo Ezpeleta, el Bernie de las dos ruedas, en la parrilla de MotoGP. Ni que decir tiene que Ezpeleta, que iba vestido con el traje tradicional de la zona, con bermudas de cuero, calcetines largos, camisa y chaqueta impecables "hecha a medida", declinó la respuesta y le agradeció al señor Red Bull que se hubiesen congregado 95.000 espectadores en un domingo soleado, ¡60.000 más que con la F-1!

DOMINIO DE DUCATI Puede que el espectáculo no fuese tan agresivo como es costumbre, aunque las diez primeras vueltas de MotoGP fueron llamativas, con roces y adelantamientos. Hasta que las Ducati de los Andrea, Iannone y Dovizioso, se fueron, se escaparon. Porque si algo demostró Spielberg (recta, curva, recta, curva, recta, curva; acelerón, frenada, acelerón, frenada, acelerón, frenada) es que era un trazado made in Italia. En casa de KTM y Red Bull, ganó Ducati y lloró Japón: Honda, Yamaha, Suzuki. Ganó Iannone, el chico al que la firma de Borgo Panigale ha despedido para hacerle hueco a Jorge Lorenzo.

"Me iré, pero les dejo un regalo fantástico ¿verdad?", dijo casi lloroso Iannone. El regalo no es moco de pavo: primera victoria de Ducati desde 2010 (Casey Stoner en Australia) y primer doblete desde Valencia-2006 (Troy Bayliss y Loris Capirossi). La victoria del loco más atrevido del paddock fue cosa suya y solo suya. Se arriesgó a montar los Michelin blandos cuando todos llevaban los duros. "Michelin me dijo que era peligrosísimo, que hacia muuuuucho más calor que el sábado, pero yo les dije que los quería. ¡Y funcionó!", cantó Iannone. "Yo les creí y me equivoqué, pero el error es mío, no culpo a Michelin", lamentaba amargamente Dovizioso, que no gana un GP desde Inglaterra-2009.

MARQUEZ, EN MODO LIDER Pero los 95.000 motards que vinieron a las montañas austriacas en un día mallorquín, donde el joven Joan Mir, de 18 años, honró a Luis Salom con su triunfo en Moto3 (primera victoria del rookie en 11 carreras en el Mundial), vieron más cosas.

Vieron a un Lorenzo resucitado ("ya dije que, en cuanto se diesen las condiciones, regresaría al podio, los hay que hablan demasiado"), a un Valentino Rossi, que quiere pero no puede y a un Marc Márquez en modo lider: quinto en un trazado donde no había podido entrenarse, donde se cayó el sábado, donde se le salió el hombro izquierdo y donde, de nuevo, se ha demostrado que la Honda es muy inferior a la Ducati y Yamaha. "Jugándome la vida, acabo quinto igual", dijo Marc. Objetivo cumplido: minimizar daños, pérdida de solo 5 puntos con respecto a Lorenzo y solo 2 en referencia al Doctor .

La primera línea de ayer era italiana (Iannone-Rossi-Dovizioso) y la segunda, española: Lorenzo-Márquez-Viñales. Había quien bromeaba con el medallero olímpico, donde Italia aventaja a España. La mañana empezó con un cántico celestial al sol de Mallorca, con un Mir que recordó a Rafa Nadal mordiendo el trofeo de ganador como el de Manacor. Pero, luego, pinchó Alex Rins, que no acaba de levantar cabeza y perderá, de nuevo, el título de Moto2 y, en la traca final, el Liceo austriaco se tiñó de rosso Ducati, el color que, tal vez, no volvamos a ver brillar en el firmamento hasta que Lorenzo se haga con el control de la factoría de Borgo Panigale, que para eso lo han fichado.