Estados Unidos es un equipo de contradicciones. Un Dream Team con más team que dream y sin tanto ensueño pero con el grupo de mejor actitud y sentido colectivo que han logrado fabricar en la última década. Ni tan amable como en Barcelona-92 ni tan desagradable como en Sidney-2000. La distinción ha llegado por mejorar la preparación, la instrucción, la cultura y el saber. La puesta a punto. Después de la derrota ante Grecia en semifinales del Mundial de Japón 2006 el actual entrenador, Mike Krzyzewski, se refirió a los jugadores rivales por el número de su camiseta. No conocía los nombres de los griegos que le habían superado. Arrogancia e ignorancia fueron de la mano camino del fracaso.

Humildad

Para esta cita de Pekín se había extendido la tesis de que presentaban un gran equipo, a diferencia de las citas anteriores. Una teoría bastante alejada de la realidad. Su principal novedad es Kobe Bryant, que vive su primera aventura olímpica y que, siendo un jugador sublime, no es garante de título por sí solo, como ya ha demostrado en las finales NBA del 2004 y el 2008. Pero recordemos que en el Mundial de Indianápolis-2002, EEUU llevaba a Paul Pierce (MVP de las últimas finales) o uno de los bases de moda, Baron Davis. En Atenas-2004 jugaron cuatro miembros del equipo actual más Iverson, Duncan y Stoudemire. Quedaron terceros. En el Mundial de Japón asistieron seis integrantes del equipo de los actuales Juegos de Pekín.

Esta vez ha sido diferente. Aliados de la humildad forzada por las últimas decepciones y como consecuencia de un programa de trabajo de más de tres años, jugadores y equipo nacional experimentaron un sentido recíproco de propiedad a este equipo de alta representación. Se creó un sentido de continuidad que favorecía el deber y la responsabilidad. El talento físico y técnico siempre ha estado ahí pero en esta ocasión se ha preparado con seriedad. Vídeos y escrutinio de los rivales y sus sistemas. Todo bajo un prisma loable de espíritu y deportividad, de esencia olímpica, sin envidias ni egoísmos, con titulares que reciben con buena cara ser enviados al banquillo con algo más de cuatro minutos disputados de partido.

Un conjunto liderado por jugadores que por edad y currículum, aún con la vida resulta, tienen una determinación y una urgencia ansiosa por la consecución de éxitos deportivos, caso de esos cuatro jugadores que fueron elegidos entre los cinco primeros del magnífico draft del 2003 (Lebron James, Carmelo Anthony, Wade y Chris Bosh). El equipo de EEUU es inteligente y oportuno. Descubre la herida abierta de los rivales y mete el dedo con saña. Así ocurrió en el minuto seis ante Argentina, cuando en medio de un comienzo agresivo descubrieron la lesión de Ginóbili y clavaron un 18-0. Su victoria ante los campeones olímpicos por 20 puntos (101-81) es el partido más discutido de los siete que EEUU han ganado en el torneo olímpico.

Contundente

¿Y cómo juegan? Bien, como Dios manda. Meten 18 puntos de media por partido al contraataque, provocan y optimizan balones perdidos de los rivales. Han sabido reconocer que no van sobrados desde la línea de tres puntos y elaboran pacientemente los ataques hasta encontrar buenas posiciones, siempre que pueden dentro de la zona.

Aún les queda por catar la zona 1-3-1 de Aíto, guardada y escondida por el técnico en el partido de la fase de grupos en el que Estados Unidos venció a España por 37 puntos. Una vez que la incógnita química parece resuelta a su favor, habrá que proponerles el reto del tiro exterior. Controlar el balón y obligarles al lanzamiento lejano construye el único asidero para la esperanza española del oro. Si finalmente hacen valer su condición de favoritos y se imponen en la final quizás el mundo vuelva a pensar bien y acertar a cerca del basket USA. Así lo desea la NBA, el COI y el aparato mundial de márketing y publicidad. Incluso China lo quiere. El sino global. Eso sí, siempre que ganen.