Poco podía imaginar el Real Madrid el problema en el que se metía hace cuatro años, en octubre del 2016, cuando ofreció a Gareth Bale una generosa renovación. El extremo galés aprovechó la euforia posterior a la conquista de la 11 para convertirse en el jugador mejor pagado de la plantilla (hasta la consiguiente y obligatoria subida posterior a Cristiano) y le arrancó a Florentino Pérez nada menos que seis temporadas. Ante esos números, se entiende que al madridismo le duela que escoja Gales, golf y Madrid, en ese orden.

Las cifras de aquel contrato (unos 18 millones netos por temporada) son las que impiden hoy que el Madrid pueda librarse de un futbolista que lastra sus cuentas sin aportar lo más mínimo sobre el terreno de juego. Es galáctico en la nómina y residual en el césped. Con tal de librarse de una ficha monstruosa, el club estaría dispuesto casi a regalar al jugador, pero no hay quien pique. El Jiangsu Suning chino estuvo a punto de hacerlo hace un año, pero la negativa a pagar traspaso, el temor a que actuara de puente hacia otro equipo o el 7-3 encajado ante el Atlético (según la versión) frustraron la salida.

La sentencia de Zidane

Solo aquella vez, cuando la operación parecía lista, Zidane abogó por su marcha. "El club está trabajando en ello. Si es mañana, mejor", dijo el técnico galo en la pretemporada. Después todo han sido buenas palabras. "Es uno más del equipo"; "No contemplo que salga a final de temporada"; "Bale quiere estar aquí y cuento con él hasta el final".

Los hechos dicen otra cosa muy distinta. Titular en el arranque de la temporada, pequeñas lesiones fueron minando su continuidad (algo habitual en su paso por el club blanco), pero el cambio radical llegó tras el parón. En los 11 últimos partidos de Liga, el galés, solo jugó dos: uno como titular y otro como suplente, y no completó ninguno. La broma de quedarse dormido en la grada con la mascarilla en la cara durante el partido contra el Alavés acabó de enojar a una afición que ya no soporta a la que un día fue su estrella.

Cesión imposible

Lo más frustrante para el madridismo es que el jugador no da la más mínima señal de preocupación. "Bale está feliz y con la intención de seguir dos años más en el Madrid. No se va a marchar a ningún lado", indicó hace unos días su agente, Jonathan Barnett, que no contempla una cesión: "Gareth es uno de los mejores jugadores del mundo. Los mejores jugadores del mundo no salen a préstamo".

Ni rastro del jugador que hace dos años, tras marcar dos goles saliendo desde el banquillo en la conquista de la 13 Champions, dijo: "Necesito jugar cada semana, algo que no ha ocurrido esta temporada. Me tengo que sentar con mi representante para hablar". Todo apunta a que Bale saldrá (algún día) del Madrid dejando apenas tres recuerdos: la carrera con Bartra, el gol en la prórroga de Lisboa y la chilena ante Karius. En ese orden.