A estas alturas no se descarta que José Mourinho le haya hecho vudú a Iker Casillas desde el lujoso barrio de Chelsea. De otra forma no se explica lo que sucedió en el Ali Sami Yen en el primer minuto del partido cuando Ramos saltó sobre el costado del meta provocando la salida al campo de Diego López a los 15 minutos. Un infierno en toda regla que se ha visto atenuado después de comprobar que la cosa no ha ido a mayores y que en unos cuantos días Iker estará haciendo portería en Valdebebas, a la espera de una nueva oportunidad, que llegará ante el Copenhague el 2 de octubre.

No se recuerda una situación similar. Lo de Iker va más allá de mala suerte y está más cerca de lo inexplicable. Ramos, amigo del alma de Casillas, intenta volver sobre sus pasos y reconstruir la escena del crimen . Lo explica argumentando que no escuchó el grito de Iker al ver venir ese balón colgado por Riera a los 55 segundos de partido que hubiera encajado un portero juvenil sin mayor problemas de no haber encontrado en su camino al defensa madridista.

Ramos ni oyó ni vio

En su retablo de coartadas, el central añadió que por ahí arriba le pareció atisbar la presencia de Drogba. Nada de eso. Ramos ni oyó ni vio nada y se cargó a Casillas. Luego se sentó a su lado en el vuelo de regreso desde Estambul y escribió en su twitter: "Alguno me quiere matar, pero no será nada y volverá muy pronto". La cara de dolor de Iker dejó claro el resultado del lance. Pese a ello, realizó una gran intervención antes de arrancarse los guantes para marcharse al vestuario intentando saber qué ha hecho para merecer eso después de 238 días de espera para volver a la titularidad. La última vez fue en Copa ante el Valencia. Y sí, en aquella ocasión, también le lesionó un compañero, Arbeloa.

"Todo está bien. Solo ha sido un golpe", decía aliviado Iker cuando abandonó ayer el hospital. Las pruebas no hablaban de fractura ni de fisura, solo un contusión costal izquierda.