Le conozco hace muchos años y en más de una ocasión he dado alguna pincelada por aquí para, la mayoría de las veces, realzar su figura en el deporte extremeño en general y el voleibol en particular.

Poca presentación necesita Adolfo Gómez, ‘Tate’ o ‘Fofi’, como también se le llama. Al entrenador y presidente del Extremadura Arroyo de voleibol (antes en el germen de este deporte en la región en el Licenciados y el Cáceres, a los que incluso llevó a la élite) le vi la pasada semana en unos días muy duros para él tras el fallecimiento de su madre (DEP) y voy a hacer unas reflexiones que me sugiere, una vez más, como lo que es: un excelso personaje.

Nadie como Tate ha sentido el no ascenso a la Superliga con sus chicas. Por las razones que sean, subir en la cancha no se ha convertido en real por asuntos meramente económicos, como ocurriera años atrás en lo que fue --y sigue siendo-- un verdadero milagro deportivo que el Arroyo esté ahí, con los mejores clubs de España, con la cantera como principal referente y en una localidad a la que es muy complicado que lleguen jugadoras de nivel por muy varidadas razones.

Tate ha logrado que Arroyo siga ilusionado con su equipo de volei, pese al mazazo que ha supuesto no ascender. Y ha vuelto a hacer un equipo competitivo que está compitiendo con los mejores. Y todo ello en torno a una idea: la de tener un proyecto estupendo, en el que las chicas de la localidad y alrededores puedan mirarse para, por qué no, sueñen con lucir esa camiseta algún día. Muchas lo han logrado ya.

A mí me apena, en cualquier caso, que en esta región no seamos capaces siquiera de conseguir el dinero necesario para que un club pueda estar en la élite del voleibol. Me dicen que con 80.000 euros más hubiera bastado. Y me fascina que Tate, erre que erre, siga transmitiendo ilusión.