El estado de las instalaciones deportivas en Extremadura es, sin duda, un problema cíclico. Cada cierto tiempo salta a la palestra un fenómeno que se repite cuando los factores climatológicos inundan campos de fútbol o generan goteras en los pabellones donde se disputan encuentros de fútbol sala, baloncesto, voleibol... en atletismo da igual: los recintos o no existen o no tienen un mínimo de conservación. Pero esa es otra historia, también tratada en este espacio, que sin duda volverá a ser centro de atención.

Aquí hay mucha demagogia, sobre todo cuando los partidos políticos azuzan su rivalidad a cuenta de denuncias interesadas. En Cáceres (problema mayor, sin duda), Badajoz, Mérida, Plasencia, Llerena, Jaraíz de la Vera... en todas partes cuecen habas. Y en otros sitios ni siquiera llega un mínimo: por eso admiro mucho a gente abnegada como Lourdes Horcajo, presidenta de Las Hurdes, que ni siquiera tiene un campo de fútbol digno. Sus fotografías, cuando llueve, son tremendas, también cíclicas. Tremendamente vergonzantes para todos.

¿Soluciones? Teniendo en cuenta que la construcción de instalaciones casi se limitó en su día a las compensaciones de las nuevas urbanizaciones (y eso parece que pasó a la historia tras explotar la burbuja inmobiliaria) hay que apelar a que quien tiene que hacerlo lo haga, esto es, que haya un mínimo de exigencia a la hora de conservar pabellones y campos. ‘Sólo’ eso.

No criminalicemos en exceso, en cualquier caso. Estos días vemos fotos de goteras en pabellones de la NBA, la tradicional competición más lujosa y donde se podría pensar que está todo cuidado al detalle. Por tanto, no digamos que en todo hay dejadez. Pero no por ello debemos exigir un mínimo de dedicación. Y eso, en Extremadura, por desgracia, a veces no se da, para escarnio de deportistas y público.