Juancho Pérez, expivote del Bar§a y actual jugador del Portland, estaba la pasada semana en la cafetería del hotel Iruña Park esperando a sus compañeros para acudir a la recepción oficial que ofrecía la alcaldesa de Pamplona, Yolanda Barcina, a la selección española de balonmano, con motivo de la celebración del Torneo Internacional de España, cuando aparecieron los azulgranas Iker Romero y Juanín. Los dos llegaban riendo y empujándose cariñosamente.

--"Juancho, ¿Sabes qué acaba de hacer Juanín?", le dijo Iker.

--"No, cuéntamelo", le contestó.

--"Pues que un chaval, que está haciendo un trabajo de balonmano en León, le ha telefoneado y le ha preguntado quién es el mejor jugador del mundo. Y él, en lugar de acordarse de alguno de nosotros o incluso de mí, que soy su compañero de habitación, le ha contestado que es Lövgren, el sueco. A partir de ahora, que lo aguante otro; a mí no me ganará más a la Playstation", le explicó Iker.

Los tres empezaron a reír mientras repetían la anécdota a los compañeros que iban bajando de las habitaciones, entre ellos otro extremeño, el emeritense Carlos Prieto, que junto a Pérez lucha por no estar entre los tres descartes.

Por buen camino

España ultima la preparación del próximo Europeo de balonmano que se celebrará del 26 de enero al 5 de febrero en Suiza. Y lo hace con la misma fórmula magistral que utilizó Juan Carlos Pastor, el técnico del Valladolid que compagina su cargo con el de seleccionador, para ganar la medalla de oro en el Mundial de Túnez-2005: trabajo y compañerismo. "Se juntaron muchas cosas: la ilusión que genera siempre una nueva etapa, empezar ganando, los nuevos sistemas, la fuerza y la calidad de un grupo en el que todo el mundo se siente importante y el factor sorpresa. Pero ahora todo esto no vale. Hay que cambiar el chip y olvidarnos de que somos los campeones del mundo. Tenemos una ventaja sobre los demás: nuestro equipo lo forma un grupo de amigos", asegura Pastor. Sólo en un deporte como el balonmano se entiende que los internacionales estén todo el año, aunque jueguen en equipos diferentes, en contacto permanente a través del teléfono móvil, SMS o e-mail.

La selección destila buen rollo. Esta es la clave para comprender por qué los 19 jugadores concentrados por Pastor soportan sin protestar el intenso régimen de trabajo al que les ha sometido su entrenador en las últimas dos semanas. El horario no deja lugar al descanso. Diana a las 8.45 horas, desayuno, entrenamiento, comida, siesta, sesión de vídeo, otra vez entrenamiento, cena, nueva sesión de vídeo, a la que todos los jugadores acuden con bolígrafo y libreta y, por fin, a dormir. Se acabó la jornada. Y, encima, siempre hay algún acto, por aquello de ser campeones del mundo, al que acudir.

"Estamos agotados, sólo pensamos en dormir, pero ojalá Pastor hubiera llegado cinco años antes a la selección. Con él todo es más fácil. Cualquier problema, sea dentro o fuera de la pista, tiene siempre una solución inmediata con él", asegura el exazulgrana Lozano. Deme es uno de los jugadores, como Barrufet, que aprovechan los pocos ratos libres que deja la concentración para estudiar. "Estoy acabando INEF y, además, me encargo de actualizar mi página web", afirma Lozano.

Integración de Julio Fis

La prueba de que España funciona como una piña ha sido la rápida integración de Julio Fis. El lateral cubano ha sido el último en llegar, tras nacionalizarse en marzo del 2005, y ya se ha convertido en el jugador más querido. "No se calla ni debajo del agua", explica Iker Romero. Y es que sus anécdotas sobre la etapa que vivió en el Centro de Alto Rendimiento cubano del Cerro Pelado son geniales. Los jugadores se dirigen a él con ese "Juuuuulio" con el que imitan el acento de Fidel Castro y le piden que les cuente, sobre todo, la historia del machete. "Soy de campo, de Guantánamo, y un día tuve que marcharme al centro de alto rendimiento de La Habana y aquello era, al estar lleno de boxeadores y luchadores, como enfrentarse a la ley de la