Es un rostro muy reconocible en los campos de la Primera Extremeña, pero durante la nueva temporada solo estará en ellos como espectador. Es Isidoro Piñero, utillero del Villafranca durante los últimos 13 años y que ha decidido tomarse un respiro para atender con más detenimiento a Carmen, su madre enferma. Es una de esas personas del fútbol modesto que nunca salen en los medios, pero que son imprescindibles para que todo continúe funcionando.

«Empecé ayudando al equipo juvenil y después a los grandes. Entré en la directiva y es un gusanillo que se me fue metiendo. Cuando el anterior utillero ya no pudo continuar, me lo propusieron a mí y acepté sin saber nada, pero fui aprendiendo. Hasta vi vídeos para mejorar cómo podía hacerlo», cuenta Piñero, de 49 años.

En su vida ha trabajado en un taller y de pintor, pero cuando a Carmen le dio un ictus hace ya una década, los hermanos decidieron que fuese él quien se ocupase de ella, totalmente dependiente. Apenas le ha quedado tiempo para otra cosa: le da de comer, la asea, va a la compra. «Los ratos que tenía los he dedicado al Villafranca. Mi vida ha sido el fútbol y mi madre. Muchos días apenas he dormido para conseguir llegar a todo», añade.

En el ‘debe’ le queda marcharse del club amarillo dejándolo en lo que era la antigua Regional Preferente. «El equipo de un pueblo de 13.000 habitantes debería estar como mínimo en Tercera», lamenta. «La directiva lo está haciendo bien y la plantilla de esta última temporada ha sido impresionante, pero a la hora de la verdad hemos tenido mala suerte. En casa somos fuertes, pero en campos de césped artificial bajamos mucho», agrega.

Al tomarse este ‘paréntesis’ en su vida futbolística asume que «esto me va a doler», pero «me dicen que esto es como los dientes, que al principio duele, pero que luego te sirven para comer.Son circunstancias». Cobraba apenas 300 euros como gratificación. Ahora podrá dedicarse más a su madre y está pensando en hacer algún curso para mejorar su formación.