Un día Gianni Mura, cronista de La Repubblica en el Tour, se acercó a Marco Pantani y le preguntó: "¿Por qué vas tan fuerte en las subidas?". Cuál fue su sorpresa ante la respuesta de El Pirata : "Para abreviar mi agonía".

Una tarde de mayo, otro campeón del Tour, Luis Ocaña, nunca se sabrá por qué lo hizo, que si se discutió con la mujer, que si estaba arruinado, que si le habían diagnosticado una enfermedad... qué más da, se subió al despacho de su casa en Mont-de-Marsan y se pegó un tiro. ¿Imprevisión? ¿Desesperación? Los dos habían tocado el cielo con sus bicis, al igual que Fausto Coppi. Tenía 40 años, en 1960, cuando se fue a una carrera de viejas glorias en Africa. Volvió enfermo y se murió. Todavía hoy hay flores frescas en su tumba.

Idolo total

"Marco, torna, Marco". Quién sabe si se cansó de escuchar este grito, porque la gente quiere que los ídolos nunca se retiren, ni Coppi en los 50, ni Ocaña en los 70, ni Pantani, en el nuevo milenio. Porque Pantani, cuando salía, y salía bastante, se encontraba con muchos tifosi que al verle se lo imaginaban escapado por las cumbres de los Alpes, de los Pirineos...

"O lo tengo todo, o no tengo nada". También se lo dijo Pantani a Mura, cuando éste le preguntó por qué se había afeitado la cabeza. Y un día se convirtió en Pirata y todos los niños de Italia, cuando sus padres les regalaban una bicicleta, les pedían el sillín, ese sillín donde aparecía la caricatura de Pantani, mordiendo dos sables y con un ojo tapado por un parche negro. Y se tatuó un corsario en la piel y le puso una camiseta, la del Milan, su otra pasión, al margen de la bicicleta.