En más de una ocasión he recordado por aquí la, para mí, tremenda injusticia que supone que el exjugador de fútbol sala Javi Sánchez no tenga todavía la Medalla de Extremadura. Camino de los 20 años desde que capitaneara a la selección española al título mundial (después llegarían más entorchados), sigo esperando que alguien dé un paso adelante. Pero el tiempo pasa y esta situación se perpetúa.

Qué quieren que les diga. A mí, como extremeño, me causa rubor que Javi, el primer jugador que llegó a las cien internacionalidades, no sea reconocido como merece en su tierra. Ha tenido homenajes, el último el sábado con la insignia de oro de la federación extremeña con motivo de la final de la copa del Rey en Cáceres, pero no el que merece, esto es, la concesión de la máxima distinción de la comunidad autónoma.

No quiero hacer un repaso a las concesiones de cada año y si son o no justas. Sería caminar sobre terreno pantanoso. Pero no me cabe en la cabeza que el que sin duda es el mejor deportista extremeño de la historia (incluso en dura competencia con el baloncestista José Manuel Calderón, que sí tiene la Medalla) aún no tenga la presea.

Fue el líder, el capitán, el autor del gol del Mundial de Guatemala, fue tanto y tanto, tuvo una brillantísima carrera (que empezó en el equipo con el nombre de este diario) que causa hasta rubor que se haya casi perpetuado la afrenta.

Me quedo, en cualquier caso, con lo que hizo el exdeportista en su carrera, que fue mucho y muy bueno. Y también, conociéndole, nunca se quejará. Será discreto porque es todo un caballero. Aclaro a los malpensados, que entiendo porque quizá me haya puesto muy pesado estos años, que no tengo amistad con un Javi Sánchez al que, eso sí, le he hecho un buen puñado de entrevistas. Es una simple cuestión de justicia.