Era sábado y, por tanto, no se podía pedir más. Hoy domingo, sí. Hoy domingo, más de 130.000 almas les pedirán placer, fiesta, velocidad punta, bellas plegadas, adelantamientos imposibles, apuradas de frenada suicidas, victorias y podios repletos de españoles. Pero ayer, sábado, nadie podía pedir más. Era imposible. Los chicos se entregaron y acabaron convirtiendo los últimos entrenamientos del Gran Premio de España de motociclismo (9.40 horas, TVE-1) en la mayor fiesta jamás soñada. Hay que remontarse al Gran Premio de Francia del pasado año, en Le Mans, para encontrar las tres parrillas lideradas por pilotos españoles.

Entonces fueron Sergio Gadea (125cc), Alex Debón (205cc) y Dani Pedrosa (MotoGP) y, en esta ocasión, el protagonismo será para Julito Simón (125cc), de nuevo Debón (250cc) y Jorge Lorenzo (MotoGP). Pero hubo más, bastante más. De la docena de pilotos que esta mañana, a distinta hora, poblarán las primeras líneas de salida de las tres categorías, más de la mitad (7) serán españoles, pues junto a Simón estará el niño Marc Márquez (KTM), que, por vez primera en su vida, se ha colado en esa fila; al lado de Debón aparecerán Héctor Barberá y Alvaro Bautista, y pegadito a Giorgio Lorenzo, casi en el mismo tiempo (1.38.933 contra 1.38.984), se alineará Pedrosa, segundo por delante del australiano Casey Stoner en MotoGP.

LA OTRA CASA El Mundial ha pisado Europa y ha cambiado el chip. Adiós al diluvio universal, al caos, a la sensación de que el espectáculo está en peligro. Bienvenido al sol, a la fiesta, a la muchedumbre, al calor de los que aman las motos. "Llegamos a Jerez y todo cambia, todo es buen ambiente, buen rollo, buena comida, amigos y ganas de correr y ofrecer espectáculo", reconoce Valentino Rossi, que se ha quedado fuera de la primera línea. "Parece la carrera de Lorenzo y Pedrosa, pero intentaré fastidiarles la fiesta. Llevo dos grandes premios siendo segundo y Jerez es también mi segunda casa, aquí he ganado más que en ningún otro sitio, hasta siete veces, así que deberán contar conmigo", señalaba ayer.

Las palabras de Rossi, siempre con una sonrisa en la boca, no asustan a Lorenzo. Y tampoco a Pedrosa. Ambos protagonizaron unos entrenamientos escalofriantes. El mallorquín, que se colocó en pole a falta de 10 minutos, mejoró su tiempo a cuatro minutos del final. Mientras Stoner, Vale y hasta Loris Capirossi se peleaban por la tercera plaza de la primera línea, Pedrosa exprimía al máximo su Honda para, a falta de 100 segundos, establecer un gran tiempo y colocarse junto a Lorenzo en la primera fila. Sabido es que a Pedrosa no le hace falta salir en la pole para huir. El año pasado se apagó el semáforo y escapó. Escapó hasta la bandera a cuadros. Ni lo vieron. "¿Vas a hacer lo mismo este año?", se atrevió a preguntarle alguien. "Eso nunca se puede prever", dijo, lacónico, el tricampeón.

Muchos motards abandonaron ayer el circuito soñando con una última vuelta decisiva, con dos pilotos (Lorenzo-Pedrosa, Lorenzo-Rossi, Rossi-Pedrosa, ¡qué más da!) buscando el hueco, sacando la rodilla, empujando con su codo, apurando la frenada, chocando sus carenados, en busca de la victoria. De una victoria que ponga en pie a esas 130.000 almas que celebrarán con idéntica euforia la victoria de cualquiera de ellos.

Porque todos ellos, los tres, les tienen el corazón robado. Otra cosa es que el melancólico y discreto Stoner pida una invitación para la fiesta. O entre en el salón sin haber sido invitado, que todo puede ocurrir.