En la fase de clasificación, y contra Grecia, confirmó lo que ya se sabía, que será una obsesión para los defensas que tengan la misión de intentar pararle. La extraordinaria temporada de Vicente Rodríguez (Valencia, 1981) anunciaba una presencia descollante en la Eurocopa. Iñaki Sáez le cuidó con mimo para que superase sus problemas musculares y llegase a la cita con Rusia en un estado óptimo.

Y Vicente llegó. Para empezar, fue declarado el mejor jugador del partido y a estas horas Otto Rehhagel, el técnico de Grecia, anda tan preocupado como Seitaridis, su probable marcador de mañana. Fue una distinción que agradeció con naturalidad y habla de ello como disculpándose. "Intenté hacer lo que sé, es mi obligación. Estoy contento, pero lo importante es que el equipo abrió una puerta que nos puede llevar lejos. Grecia va a ser un rival muy difícil de superar, pero sabemos por dónde hay que tirar", dice Vicente, que cuando habla se acerca más al carácter de Valerón que otra cosa. Ni una palabra más alta que otra, ni un gesto que pueda ser malinterpretado.

Extremo de verdad

Casi se ruboriza cuando se le habla de sus cualidadades, las de un extremo de verdad: velocidad, regate, desborde y buen pasador. Y ahora, además, un goleador notable: 12 tantos en la Liga, 2 en la UEFA y 1 con la selección esta temporada. Carácterísticas y números que acreditan a un futbolista que no quiere verse mareado por todo lo que se mueve alrededor.

La disparatada cláusula de 30.000 millones de pesetas que le colocó el Levante todavía en edad juvenil, cuando se le conocía como Vicentín, no le desvió un milímetro del camino que le marcó Balaguer, su entrenador en Segunda, antes de que el Valencia, el equipo de su vida, se decidiera a llevar a cabo un fichaje cantado. Todo había empezado en Eslida (Castellón), la localidad donde veranea su familia. Le vio un técnico levantinista, amigo de su padre, y al Levante fue a probar y a quedarse. Allí creció de los 13 a los 18 años, en que pasó al actual campeón de Liga. Héctor Cúper le hizo debutar en Primera y con Rafa Benítez explotó.

Grandes amigos

Aunque no lo exteriorice en el cara a cara, vive con mucha alegría la posibilidad de que España haga algo grande. Se ve en los entrenamientos cuando bromea con Baraja y Albelda, dos de sus grandes amigos, que en el Valencia le cuidaron como a un hermano pequeño. Está agradecido a ellos lo mismo que agradeció a Kily González su profesionalidad y compañerismo cuando tuvieron que competir por la titularidad en Mestalla. "Fue un gran compañero y aprendí mucho a su lado", afirma.

Lo que ahora le preocupa es buscarle las vueltas a Grecia y a sus laterales. Una misión para la que dice no saber si lo más conveniente es que entre Valerón por Raúl en el equipo titular o lo mejor es que jueguen los dos con otro delantero. "No opino. Yo no soy el seleccionador. Aquí somos 23 y cualquiera puede jugar".Tampoco quiere hablar del pulso que ayer mismo planteó su representante, Miguel Angel Cermeño, al Valencia tras rechazar la oferta de renovación. Le quedan tres años de contrato, con una cláusula de 60 millones de euros y quieren ampliarlo hasta el 2011. "La cantidad que ofrecen está fuera de mercado. Ojalá no sea el principio del fin. No se siente valorado y yo lo tengo que decir", declaró ayer el agente, que calificó como

"La cantidad que ofrecen está fuera de mercado. Ojalá no sea el principio del fin. No se siente valorado y yo lo tengo que decir", "una barbaridad"