Juan de Dios Román (Mérida, 17-12-1942) es una auténtica leyenda del balonmano español y mundial. Acumuló podios con la selección nacional (dos bronces olímpicos en 1996 y 2000), entrenó a dos grandes como el Atlético de Madrid y Ciudad Real y también ejerció como presidente de la federación. Ahora, la crisis del coronavirus le está poniendo a prueba porque tiene otros problemas de salud añadidos, pero él la está afrontando con el enorme espíritu competitivo que le ha caracterizado siempre.

-¿Dónde le ha pillado todo esto?

-En mi casa de Madrid. Estoy luchando contra un cáncer desde hace tres años. Yo ya llevaba confinado hace algún tiempo. En los últimos cinco meses tuve una operación de cadera que me está llevando a un reposo muy amplio. Antes al menos podía recibir visitas. Ahora solo puede estar con mi mujer, mi compañera de toda la vida, Elvira.

-¿Y qué tal lo llevan?

-Intentamos estar tranquilos. Ya somos mayorcitos. Tenemos experiencia y dureza. En momentos de nuestra vida hemos tenido momentos complicados, de estar separados. El deporte une, pero también aleja por los viajes que uno tiene que hacer. Lo que transmitimos a los jóvenes es que tengan paciencia y que estén preparados para seguir. Yo no puedo volver a entrenar ni a correr, pero ellos sí pueden hacerlo, retomar una vida normal.

-¿Cree que saldrá una sociedad mejor?

-Como esta no la hemos vivido. ¿Qué es lo que puede pasar? Estamos sacando conclusiones de lo que está ocurriendo ahora. Aparecen signos de fraternidad, de convivencia, de buenas intenciones, que son dignos de aplauso. Eso nos hace pensar que todo va a salir bien y que saldremos más fuertes, pero no deja de ser una especulación. Hay que someterse a lo que digan las autoridades sanitarias y colaborar. Tenemos que luchar por la normalidad, porque no se va a regalar. Hay que buscársela.

-Usted creció en una España difícil de posguerra…

-Siempre lo digo en broma: en 1942 ocurrieron dos cosas importantes. Nací yo y se puso en marcha el balonmano español. Empecé a ser consciente con 8-10 años. Teníamos una vida tranquila y relativamente cómoda. Después se complicó mucho cuando me empecé a dar cuenta de todo. Me costó tirar adelante. ¡Pero no nos pongamos tan serios, hombre!

-¿Cómo afectará al balonmano español la crisis que viene? Porque ya el momento no era nuevo de por sí en la Liga Asobal…

-Estamos pasando una etapa en la que el éxito de la élite esconde las miserias de los segundos planos. Se vive de lo que se ha ganado en los últimos años con las selecciones, tanto la masculina como la femenina, y de la calidad de los jugadores, que tienen que ganarse la vida fuera de España. Las dificultades internas se van a multiplicar en los próximos meses y años. Habrá que atravesar los mismos muros que el resto de los deportes y de la sociedad española.

-Por cierto, ¿cómo ve el balonmano extremeño?

-Inexistente desde hace mucho tiempo. Cumple la burocracia del año y punto. Eso no es suficiente. Ha habido atisbos, pero está atascado desde hace años. No existen promociones de futuro ni patrocinadores. Hay que decir la verdad. Cualquiera sabe cómo van a empezar a reaccionar, pero los cambios tienen que aparecer con gente nueva, joven, con ilusión. Pensar en que hemos cumplido la jornada porque se han jugado los partidos y hemos apuntado los resultados no es suficiente.