Sonriente, cercano y dicharachero, como buen argentino que se precie, Juan Martín Díaz apura el desayuno en el Norba Club de Golf. «Estaré, de momento, un año más otro año», dice distendido cuando se le plantea la lógica pregunta sobre su futuro. El astro del pádel mundial, de 40 años, no para de firmar autógrafos y hacerse fotos antes del inicio del clinic que impartiría en el cierre del primer torneo conmemorativo de los 30 años del nombramiento de Cáceres como ciudad Patrimonio de la Humanidad.

El fin de evento tiene de protagonista a alguien que, junto a su entrenador, Leo Padovani, se gana a todo el mundo por simpatía. “Es muy difícil incluso pasar las previas”, asume cuando se le pregunta sobre los torneos de categorías inferiores que crecen por doquiere. En pádel, como en el fútbol, vence la lógica: «al final el que gana en el Madrid», dice sonriente.

La leyenda del pádel mundial sale a la pista y pelotea con todos: pequeños y mayores, y crea una expectación de acorde a su categoría. Acaba la excelente final de Primera (Luismi Pulido y Antonio Garzón superaron a Aitor Julián y Fernando Abengoza) y el curso de Martín sigue su desarrollo. Da indicaciones y para el juego para cumplir con su misión. Niños de apenas ocho años escuchan las enseñanzas del ídolo. Finaliza todo tal como empezó: fotos, sonrisas y complicidad de un Maestro con mayúsculas.