Durante este verano estamos asistiendo a diferentes homenajes que se están tributando al que es, sin duda, el deportista del año en Extremadura: el atleta llerenense Álvaro Martín.

El marchador, ya lo he comentado en más de una ocasión por aquí, fue una feliz y casi milagrosa aparición antes de los Juegos de 2012 en Londres, para los que se clasificó con apenas 17 años de edad. Su carrera en Suiza, en la que logró la mínima, entra a formar parte de la historia del deporte regional. Y además con mayúsculas. Un soplo de aire fresco en el contexto de una espiral descendente y peligrosa para la comunidad.

El pasado sábado se les dio el nombre del marchador a las pistas de Llerena. Buena decisión política, sí, pero se me viene a la mente gente que, siendo importante, no tiene el reconomiento que merecen.

Esa figura, en el caso de Álvaro y de otros muchos atletas, tiene un nombre: Juan Méndez. Este entrenador-educador sí merece también tributos que, quizá, nunca recibirá. Sin la labor que él hizo en su día, puede que Álvaro Martín no hubiera existido como deportista de élite. Y como él, otros muchos en una zona, la sur de Extremadura, en la que hay otros nombres ahora de moda en la marcha, como la joven azuaguense Ana Pulgarín, otra verdadera joya del atletismo regional.

Méndez ha sacrificado tiempo y dinero por estar con tantos atletas que sería imposible cuantificar las horas y lo gastado. Como Antonio Fuentes. Como Laureano Gil en natación. Como tantos otros grandes y casi anónimos héroes del deporte extremeño.

Reivindico el nombre de todos ellos, incluso los que han currado pero que nunca han salido en los medios siquiera para ser reconocidos. Todo tiene un principio en el éxito. Juan Méndez, tú también mereces una estatua, por qué no, en el centro de la plaza.