Las estrechas calles de Torreorgaz han visto corretear a Juan José Chavales (Cáceres, 1993) pegado a una pelota de fútbol y también haciendo malabares con su pala y una bola de tenis de mesa. A pico y pala fue forjando su palmarés, envidiable en ambas modalidades. Polivalencia y humildad, señas de identidad de este nuevo ‘romano’ que desea «volver» a la senda del éxito.

Con hambre y ganas de reivindicarse. Así llega a la capital extremeña. «Quiero hacer una muy buena temporada en un equipo histórico como es el Mérida, quiero que la afición me recuerde como un gran futbolista y también como una buena persona, que al final es lo importante», reconoce un Chavales, que puede ocupar el puesto de lateral y también de extremo en el once de Santi Amaro.

Exigencia y presión no faltarán al ejército pecholata, pero Chavalés está dispuesto a convertir esas palabras en combustible para afrontar la temporada. «Creo más bien que estar en el Mérida es una motivación, el equipo sabe lo exigente que es la afición y hay que intentar ilusionarla de nuevo, porque el año pasado se llevaron un chasco grande», resuelve el romano.

El inicio de la guerra ya tiene fecha. La Tercera llegará el 26 de agosto al estadio Romano, el Extremadura B será la primera batalla del Mérida. «Santi Amaro nos transmitió desde el primer día que quería un equipo competitivo y que solo vale ganar. Tengo ganas de sentir cerca a la afición, en casa vamos a salir muy ilusionados. Nos ha tocado un filial, que es un arma de doble filo, pero estamos preparados», analiza Chavalés.

Joven pero con una extensa trayectoria, tanto en Tercera como en Segunda B. Miajadas, Coria, Eldense, Getafe B y Amanecer han disfrutado del fútbol de este torreorgaceño. Le atraen los nuevos retos. «He intentado aprovechar mi vida como futbolista y probar en varios equipos, porque me atraían sus proyectos. Quizás cuando regresé de Getafe fue un paso atrás, porque me precipité al no renovar, pero me ha servido para coger impulso en Extremadura», confiesa.

Experiencias y vaivenes

En esas aventuras fuera de Extremadura, Chavalés pudo empaparse de la sabiduría de entrenadores como Fran Yeste o Rubén de la Red, exfutbolistas de primer nivel. «Me quedo con la profesionalidad en los entrenamientos, era espectacular. Yeste era muy cercano al jugador, siempre hablaba con nosotros y podíamos confesarle cualquier problema. Cuando participaban en los entrenamientos, era un espectáculo», recuerda.

De su vuelta a la región, Chavalés guarda una espinita: vestir la elástica del Cacereño. «Me hubiera gustado, es el equipo de mi ciudad y me formé allí, pero no me llegó la oportunidad. Estuve cerca hace dos temporadas y mucha gente dice que no firmé por el dinero, cuando ni si quiera sé cuánto ofrecieron. Me querían tener a prueba y creo que me conocían bastante bien para saber si ficharme o no, por eso no fui al CPC», revela el jugador.

El fútbol, ese negocio donde los años van cerrando puertas. Y Chavalés sabe que debe exprimir al máximo su juventud. «Cuando dejas de ser sub-23 es bastante más complicado. Los clubs buscan jugadores de esta edad para ahorrarse dinero. En teoría cuentan con menos oportunidades, pero si se lo ganan van a jugar. Al pasar esa edad, se cierran más puertas», reconoce.

Pala y mesa

Juanjo Chavalés en su infancia guardaba en su mochila unas botas de fútbol junto a su raqueta de tenis de mesa; disfrutaba jugando sobre el verde tanto como lo hacía practicando su otra pasión: el tenis de mesa. Fue formado en el TM Tres Balcones, de Torreorgaz. En su habitación, tres campeonatos de Extremadura y guarda con nostalgia la zamarra de la selección extremeña, con la que participó en varios campeonatos.

«Tuve que dejarlo porque no podía compaginar el fútbol, el tenis de mesa y los estudios. Había que elegir. Me gusta de vez en cuando pasarme por el local de entrenamientos, y el entrenador siempre me está tentando para volver a jugar con el equipo. Cuando cuelgue las botas, quizás vuelva, pero para eso queda muchísimo», comenta relajado y entre risas.

No es fruto de la casualidad su éxito en este deporte minoritario, el club de la pequeña localidad cacereña puede presumir de formar jóvenes talentos de la pala en la región. Daniel Palacios, internacional con España, es el máximo estandarte del club. Además, cuenta con un equipo femenino en Primera División Nacional. Algo impensable teniendo en cuenta que la localidad cuenta con poco más de 1.600 habitantes.

No es un milagro, es trabajo. Y así lo reconoce el propio Chavalés. «Es un pueblo muy pequeño, que no tiene grandes cosas, pero ponemos la máxima ilusión y el máximo compromiso a lo que hacemos allí». Hace patria. Un pasado lleno de éxitos en el verde y en la mesa, el futuro hay que ganárselo domingo a domingo defendiendo la camiseta del Mérida.