El buen resultado global de Atenas hace que el deporte español pueda mirar adelante con optimismo y dejar atrás ya definitivamente el recuerdo, agradable pero ya lejano, de los Juegos de 1992. "Barcelona-92 debe ser un punto de partida, no de llegada", aseguró ayer Jaime Lissavetzky, estableciendo claramente cuáles deben ser ahora los objetivos olímpicos. Se ha acabado mirar atrás y regocijarse en los éxitos pasados. "Barcelona no puede ser ya el referente. El referente tiene que ser Pekín-2008", añadió el secretario de Estado.

José María Echevarría se sumó a esa doctrina y se comprometió a que el COE --quizá ya sin él de de presidente, puesto que hay elecciones a principios del 2005-- trabajará en esa dirección, aunque insinuó que necesitará contrapartidas en esta labor.

"Si creemos que la medida del deporte de un país la da los Juegos Olímpicos, habrá que hacer planes especiales para ayudar al deporte olímpico", reclamó el presidente del COE, dentro de un tono general de esperanza con respecto al futuro. Los pilares para ese futuro parecen estar puestos, o al menos así se piensa desde los máximos estamentos deportivos españoles. Sin duda, se abre una nueva etapa.