«La temporada pasada soñé muchas veces con hacer el gol del ascenso a Segunda División B. Con la lesión, pasé los peores momentos de mi vida. En las dos primeras semanas me quería morir». Kevin Joel Vicente Luis (Mar del Plata, Argentina, 20 de agosto de 1992), delantero hispano-argentino del Cacereño, suma cinco horas diarias de recuperación, casi obstinadamente para, por qué no esta campaña, lograr esa meta que se propuso. «Va todo perfecto», afirma tras su visita al doctor Cortés en Badajoz. El día 5 de junio fue operado de una rotura del ligamento cruzado de una de sus rodillas. «Ahora estoy en fase dos, para empezar a tocar un poco de balón», cuenta este corajudo futbolista, que ve la luz al final del tenebroso túnel por el que ha viajado.

No se fue a Argentina en verano por simple orgullo y ganas de acortar plazos para volver en las mejores condiciones. «Vino mi padre para ayudarme y estuvo conmigo mes y medio en el día a día». Su mujer, Luciana, también fue clave, «sobre todo las dos primeras semanas». Fue, dice, «increíble» ese apoyo de ambos para afrontar algo desconocido para él, pero que evidentemente no le ha vencido, pese a las sensaciones iniciales. También sus amigos y la afición han sido determinantes, asegura, para encontrar las buenas sensaciones actuales.

«Al principio me dijeron que era un esguince, tras lesionarme en el entrenamiento de un jueves. El día antes del partido de Coruña, como parecía que estaba bien, entrené y al caer de un salto me hice un poco de daño. Le dije al entrenador que a la vuelta me haría pruebas, pero nunca pensé que sería eso», relata. «Creí que era imposible estar peor. Me dije: no puede ser. Me muero si me pierdo por todo lo que he luchado durante todo el año: ascender y jugar en Segunda B con el Cacereño».

En racha

Kevin había hecho 12 goles en los últimos 13 partidos que había disputado en la segunda vuelta (19 en el global de la temporada) y era la referencia inexcusable del equipo de Adolfo Muñoz en ataque. «Quién sabe…», dice cuando se le plantea sobre si con él el CPC hubiera ascendido. El pasado pasado está y él, de actitud tremenda, afirma haber pasado «lo peor» y que espera estar en el césped entre diciembre y enero. Y todo ello, tras hacer algo similar a un máster. «He estudiado mucho y he hablado con 16-18 futbolistas que han sufrido esta lesión».

En todo este tiempo, además, ha contado con otros aliados para venirse arriba, física y psicológicamente. «Con la gente de la clínica Fisi-On como Israel ha sido espectacular. Dos horas y media todos los días con los fisios y el gimnasio y un trato extraordinario», agradece. También capítulo especial para el club, que le renovó tras lesionarse. «Le tengo que estar eternamente agradecido y por eso quiero este año tomarme la revancha», dice este carismático futbolista que manifiesta hiperbólicamente sus sentimientos y su competitividad. El ‘rifle’ es así de nítido.

Como buen argentino, el fútbol es su pasión, su gran pasión. «Quiero seguir vinculado a este deporte», comenta sobre su vida posterior al fútbol, algo que sucederá dentro de muchos años, dada su juventud. Y, de hecho, ya lo está haciendo, ya que entrena al cadete B de la Fundación del Cacereño. Como técnico pretende seguir preparándose (tiene el nivel 2). Además, estudia inglés porque «espero seguir teniendo experiencias fuera». Cierto: «salí con 18 años de Argentina» y fue a Grecia, Paraguay, Chipre y España, «todos en Segunda B, menos con el Cacereño, otro reto más», acota. En Pontevedra, Boiro, Santa Eulalia y Onteniente han disfrutado con sus goles y su eterna pelea en el césped.

¿El ‘nuevo’ Cacereño? ¿Las comparaciones? «Son distintos», afirma Kevin, que tiene preparado el rifle para lo que más anhela: golear.