Eliud Kipchoge, el plusmarquista oficial y oficioso de maratón, rompió ayer en Viena el legendario muro de las dos horas con un tiempo de 1.59.40h, registro no oficial debido a las ayudas externas que recibió en la denominada Ineos1:59 Challenge, una prueba creada especialmente para el keniano. «Emocionante» fue la expresión más usada para describir un hecho realmente histórico entre atletas, público y medios especializados. Algunos incluso recurrieron a la famosa frase lunática «un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad», para explicar la importancia del momento.

Kipchoge, un tipo humilde pero consciente de su hazaña, respondió con los pies en la tierra, aunque a veces pareció que volaba sobre el circuito del Prater vienés. El Filósofo -sobrenombre puesto por sus compañeros de entrenamiento en Kaptagat- quería «entrar en la historia» y lo consiguió, completando un objetivo que hace un par de años, en Monza, se le escapó por apenas 26 segundos.

LA ÚLTIMA FRONTERA / El maratoniano más rápido de siempre logró, como deseaba, correr los 42 kilómetros y 195 metros a un ritmo casi constante de 2.50 minutos por kilómetro (14 kilómetros en total clavados a ese ritmo). Los últimos mil metros, en solitario, se permitió el lujo de cubrirlos en ¡2.42! saludando a un público que lo vitoreaba, seguro ya de dinamitar la última frontera del atletismo moderno.

Kipchoge contó con ayudas externas no permitidas por la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) y, por tanto, su marca no será homologada.

Las condiciones climáticas no fueron las previstas sino ligeramente peores: siete grados a la hora de la salida, niebla, algún intervalo de txirimiri y una humedad del 90%. Nada que afectara a Kingchoge, que durmió como un príncipe entre las 9 de la noche y las tres de la mañana, y desayunó leche caliente a las 5.15.

El ídolo del deporte keniano corrió detrás de un vehículo que le iba marcando el ritmo y rodeado por siete liebres, en formación de V, con cinco atletas por delante y dos de escoltas, formando un dibujo con la forma de cromosoma humano. «El ser humano no tiene límites», volvió a repetir tras su hazaña.

Esos siete corredores formaban parte de un equipo de 41 atletas de primer nivel que se fueron turnando a lo largo de la carrera para apoyarle. El ritmo a seguir fue marcado por un vehículo que proyectaba un láser verde sobre el asfalto. «En África decimos que no puedes cortarte el pelo tu solo», recalcó Kipchoge para referirse al inestimable trabajo de las liebres y la detallada organización del evento.

En la rueda de prensa posterior, el keniano aseguró no haber pasado grandes apuros para seguir el ritmo marcado. «Me sentí bien desde el primer kilómetro -dijo, todavía con la voz quebrada por el esfuerzo-, pero debía mantener la cabeza fría para no cometer ningún error». Solo en el tramo del circuito en el que se atravesaba un túnel por debajo de una estación ferroviaria, el compás de carrera aflojó en un par de segundos, debido a una pequeña elevación, que luego compensaba con el siguiente kilómetro a 2.49.