Se avecinan tiempos de cambio profundos. Iker Casillas --no jugó ni un minuto-- se unirá al panteón de los elegidos como Xavi, Xabi Alonso, Villa o Puyol y Vicente del Bosque dejará paso a otro nuevo seleccionador. Será ahora, en el profundo dolor que genera la derrota, segunda consecutiva en dos años, cuando se comprobará la auténtica fortaleza de la idea.

Lo fácil es mirar solo al técnico, como si fuera el único problema, que no lo es, porque hay también asuntos de mayor calado. El Mundial de Rusia parece que está muy lejos (será en el 2018), pero, en realidad, está, como aquel que dice, a la vuelta de la esquina, sin demasiado tiempo tampoco para reconstruir la obra rota.

Italia, una atrevida y hermosa Italia que no necesitó ni siquiera del catenaccio , cerró en París el círculo de una fea y triste España, que regresa a casa abatida. Todo se acaba en la vida. Hasta los ciclos de gloria y éxito, inéditos en la historia de esta selección. Nunca logró tanto títulos. Tal vez, tampoco volverá a hacerlo. Ahora, muy a su pesar, vuelve a ser lo que era, un equipo que no ganaba nada. El paréntesis duró cuatro años.