Estuve presente el pasado sábado en la Gala de la Federación Extremeña de Lucha y Disciplinas Asociadas, donde volví a sentir que hay mucha gente que merece la pena en esto del deporte (no sé si bien o mal llamado) minoritario. Y es que me emocionó ver cómo en varias ocasiones, el presidente de esta territorial, José María García, no pudo reprimir las lágrimas durante la entrega de galardones y las intervenciones de varios de los protagonistas.

Si ver a García emocionarse conmovía, lo más emotivo fue notar en el ambiente que el dirigente era un tipo querido y apreciado por todos, entre ellos los principales actores: los deportistas. Conozco a los dirigentes de la mayoría de las federaciones deportivas extremeñas y esto no suele ser normal. Por algo será.

En este caso, hay detrás una historia de pelea y lucha, nunca mejor dicho, para que esta federación, creada hace muy poco tiempo, crezca de la manera que lo está haciendo y que haya sido a base del esfuerzo de este buen tipo. Y la gente es inteligente y sabe reconocerlo.

Me consta que José María lo ha pasado mal e incluso, superado por las circunstancias y con unas ayudas pírricas (con algún engaño incluido), estuvo a punto de dejar el cargo, lo cual casi hubiera acabado con la propia federación. Afortunadamente, ahí sigue él, con un ejército (pequeño, pero fiel) apoyándole hasta el último segundo.

Por eso hay que quitarse el sombrero ante perfiles como el suyo, absolutamente necesarios y sin duda saludables para el deporte extremeño de menor lustre. Que haya muchos como él, insisto, porque su entusiasmo contagia a todo aquel que le rodea. Las lágrimas de José María García son, en realidad, las del hermano pobre el día que se le reconoce que ha sido él el que, en tiempos de crisis, ha sacado adelante la familia.

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