Un partido que a los quince minutos de juego va 15-43 merece poco comentario. El Cáceres 2016 ofreció ayer un penoso espectáculo ante su afición y perdió con claridad ante el León Caja España. El resultado puede considerarse benigno, fruto de la lucha inútil que al menos ofreció el equipo local cuando ya sabía que tenía todo perdido.

La noche baloncestística invita a la reflexión y, evidentemente, al pesimismo. El conjunto de Ñete Bohigas recordó al que durante la pretemporada levantó los peores augurios. Muy pocas veces en la historia del baloncesto ha habido un partido tan decidido desde el principio, con parciales tan escandalosos que más de uno acabó sonrojado y, sobre todo, indignado.

Para empezar, triple de Panadero, dedicado a sus colegas de la grada. Para ser la noche de los ex no estaba nada mal. Al cacereño esta vez no le pesaron los nervios, aunque mejor estuvo otro viejo conocido , Pedro Rivero, genial en la dirección y en la ejecución. Su actuación ridiculizó a Dani López y Nando Vicario, los bases rivales. También cumplieron con creces Dani García, letal desde 6,25, y Mike Higgins, como siempre generoso y esforzado a más no poder.

Muchos en el multiusos no se creían lo que señalaba el marcador: 0-8, 2-14, 2-19, 4-23, 6-29... El choque estaba virtualmente sentenciado sin que el Cáceres encontrase ningún tipo de solución para evitar el ridículo. Parece el de Ñete Bohigas un equipo sin chispa, sin oxígeno, sin talento, sin nada que echarse a la boca. Ya se sabía que con ese dinero para construir la plantilla no podía esperarse un dream team , pero sí un mayor vigor defensivo y más aportación por parte de los americanos: justo lo que sostuvo al Cáceres al principio de la liga y que en el último mes y medio se ha volatizado.

CASI TODOS MAL Asselin exhibe un juego anémico, nada que ver con el jugador que impresionó al principio. Y Blackshear mantiene una inconstancia irritante. Para los nacionales también hay lo suyo: sólo se salva la garra de Ramón Moya y la esperanzadora reaparición de Juanmi Morales. Tras llegar al final del primer cuarto con un diáfano 11-32 y acumular una máxima desventaja de 28 puntos (15-43, min. 15), el pívot acaudilló una reacción que al menos ofrecía una ración de esperanza (28-45, descanso).

El León perdió su impresionante acierto ofensivo durante esa fase de partido, pero la diferencia era tan grande que podía permitírselo. El Cáceres llegó a estar a 14 puntos un par de veces (34-48, min. 24; 60-74, min. 36), pero sin sensación alguna de que el milagro fuera posible. Rivero y Dani García se encargaron de abortarlo con nuevas acciones sin piedad en un equipo que lo supo hacer práctico y espectacular al mismo tiempo. En el otro lado, caos y falta de fuerza. Mala señal para el derbi.