Los girasoles de Occitania mueven la cabeza siguiendo las indicaciones del sol. No se diferencian de los que hay en otras plantaciones. Y hasta parece que miren a los ciclistas, a los corredores del Tour, que a 19 kilómetros de la meta de Albi van partidos en dos grupos. Delante, felices, los del Movistar celebran que han salvado el corte provocado 14 kilómetros antes por los integrantes del Ineos. Los girasoles se movían. Había viento, aire lateral, una arma de destrucción masiva porque a la que uno se despista, a la que uno cede un metro, no solo puede perder el contacto con el grupo sino despedirse del Tour. O casi.

A 19 kilómetros de meta los nervios estaban a flor de piel. Todos querían colaborar entre los que habían salvado el corte. Entrar al relevo tenía un doble cometido: evitaba rezagarse y, además, servía para aniquilar a los que iban por detrás, a los que habían pedecido, los que no se habían percatado de que los girasoles se movían más de la cuenta. Barguil, el campeón de Francia, iba por la derecha cuando se acercó demasiado a la rueda trasera de Alaphilippe, el líder. Barguil tiene que frenar, se de-sequilibra. Y por ahí pasaba Landa, quien, sin comerlo ni beberlo, se convirtió en el colchón del corredor francés, el que evitó un accidente mucho más grave, pero el que se fue al suelo. Landa caído, Landa descolgado, Landa que cede 2.09 minutos, por lo menos medio Tour a hacer puñetas, o quién sabe si más. «Solo ha sido chapa y pintura», explicaba en meta su gregario Erviti. Por lo menos no se hizo daño.

En el día en el que el Ineos dio un golpe en la mesa del Tour, en la décima etapa ganada por Van Aert, se registró el primer apunte serio del conjunto británico, sin montaña, sin contrarreloj, pero con viento, una jornada predestinada al esprint y que al igual es de las más trascendentales de esta edición, porque no solo perdió tiempo Landa. Pinot, el alma de los franceses, se dejó 1.40 minutos, como Urán y Porte. Ojo al dato, Thomas ya es el segundo de la general y el primer gran candidato al triunfo final de la tabla, a 1.12 minutos de Alaphilippe que solo vive un aparente romance con el jersey amarillo, nada serio y lejos de cualquier propuesta de matrimonio.

EL ENFADO/ Landa llegó a la meta enfadado. Cogió una lata de Fanta ofrecida por el auxiliar del Movistar y la arrojó al suelo. Ni se paró. Solo buscó el refugio del autocar para quitarse el cabreo. O al menos intentarlo. Tampoco estaba para conferencias de prensa Pinot, que sí se detuvo y enseguida fue rodeado por cámaras francesas. «No tengo nada que decir». Y se retiró, en busca, también, de su autocar salvador.

José Luis Arrieta, el director del Movistar, vio que no había habido mala intención de Barguil. Solo mala suerte.