De pequeño le llamaban Maradoninha. No le gustaba. Quería ser conocido como Deco. Pero era imposible. Sus compañeros del Bonfim, que fue el primer club en el que jugó a los nueve años en Campinas, le veían hacer cosas tan increíbles con el balón y él era tan pequeñito que no había otro apodo que le encajara mejor. Le fastidiaba, pero terminó aceptándolo.

Y es que la carrera de una de las estrellas de la Eurocopa, que hoy será presentado en el Barcelona, no ha sido fácil. Ha estado rodeada, como todo jugador brasileño, de gloria, polémica, saudade, conflictos contractuales entre agentes y clubs y separaciones matrimoniales. Aunque ahora, que ha cumplido el objetivo de fichar por un grande de Europa, lo ve todo de otra manera. Por eso nunca pierde la sonrisa. Así es Deco. Un tipo alegre.

Luis de Souza nació el 27 de agosto de 1977 en Sao Bernardo. Su padre, un apasionado del Corinthians, trabajaba en la Mercedes. Al principio todos le llamaban Dé. Ese nombre apenas le duró un año. Una tarde, en casa de sus tíos, jugaban con él y le hacían repetir, como siempre sucede con los críos, algunas palabras. Pero él no acertaba. Fue cuando su tío le dijo: "Voce e un de Cuzinho", expresión brasileña que significa comerse las palabras. Y de la palabra Decu....zinho nació su apodo.

Un sueño

Deco siempre quiso ser futbolista. Lo tenía muy claro pese a que su padre solía repetirle un consejo: "Soñar de noche y trabajar de día". Buenas palabras las del señor Osías. Pero él prefería el balón. "En esa época me gustaba jugar descalzo en las calles de Indaiatuba, adonde nos mudamos cuando tenía tres años", cuenta Deco en su biografía, El precio de la gloria. Del Bonfim pasó al Guaraní. Su madre, doña Margareth, le acompañaba en autocar cada día hasta que le dio vergüenza y le pidió que dejara de hacerlo. Pésima decisión. A Deco le atracaron cinco veces las bandas callejeras, los trombadinhas. "Me lo robaron todo, las zapatillas, la tarjeta del autobús, la mochila y el dinero". Fue, sin embargo, una época feliz porque ganó los torneos que disputó.

A los 14 años tomó la primera gran decisión de su vida: trabajar en la Mercedes, como su padre, o jugar a fútbol. Ganó el balón. Pero aquello fue un tormento. Su cuerpo no se desarrollaba y terminó de suplente. Se deprimió tanto que dejó el equipo y trabajó en la fábrica.

Fútbol sala

Se pasó al fútbol sala y tardó dos años en volver a un campo de fútbol. Tenía 16 años y había conocido a su primera mujer Scylla. Y ya se había ganado la primera bronca de su padre por un incidente que nunca olvidará. Deco le pidió el coche para pasar un rato con su novia. Se fueron a un descampado cuando, de repente, apareció un policía. El reaccionó rápido y tiró el preservativo al asiento de atrás. "No estamos haciendo nada", le dijo. Pero no recogió el condón.

Deco se ganó un tirón de orejas similar el día en que descubrieron que llevaba un tatuaje en la espalda. Se lo había escondido durante un mes, pero algo le hizo sospechar a pai, como él le llama cariñosamente. Estaban a 40 grados, pero él no se quitaba la camiseta: "¿No llevarás un tatuaje debajo?". Acertó. Deco siempre ha admirado a su padre. Por eso le regaló la camiseta de su debut con Portugal contra Brasil el 29 de marzo del 2003. De ahí al estrellato, y ahora al Bar§a.