En los tiempos en que la publicidad domina por encima de todas las cosas, no vestirse de amarillo es un sacrilegio, sobre todo para el banco francés Crédit Lyonnais, que patrocina el maillot ciclista más célebre del mundo, y que ayer se negó a llevar nada menos que Lance Armstrong. El tejano recapacitó el martes por la noche y reconoció que de no haberse caído David Zabriskie en la contrarreloj por equipos, éste habría conservado la primera plaza de la general y el conjunto danés del CSC habría ganado la contrareloj por equipos de la etapa anterior.

Por esta razón, en homenaje a su compatriota estadounidense y antiguo gregario, partió con los colores del Discovery Channel y no con los que le correspondían como primer clasificado de la general, con el maillot amarillo. La imagen de Armstrong sin la prenda amarilla no pasó desapercibida. Para nadie. Ni para los corredores. "Enseguida vimos que no iba de líder y empezamos a decírnoslo unos a otros", explicó José Luis Arrieta, ciclista del equipo español Illes Balears. Ni para la organización. Jean-Marie Leblanc, que este año se despide como director general de al ronda gala, paró la carrera. Lo hizo justo en el kilómetro 0, después de que el pelotón pasease por los jardines del castillo de Chambord, en un recorrido neutralizado.

Diez minutos duró la discusión entre el dirigente de la carrera y el mejor ciclista del mundo. "Lance, o te pones de amarillo o mañana no sales", le advirtió Leblanc, sin acobardarse ante la presencia del corredor que ha ganado su carrera los últimos seis años. "No llevo el maillot amarillo porque corresponde a Zabriskie. Si él no se llega a caer sería el líder del Tour", respondió Armstrong. Al final el tejano del Discovery Channel entró en razón. Se vistió de amarillo. El pelotón del Tour partió con aparente normalidad y se inició una alocada carrera, que rompió el tedio de los dos primeros días de llano. Ayer, por fin, hubo emoción, nervios, intensidad. La salsa de la grande boucle.

LA LEY DE LA SELVA Fue una carrera dominada por la ley de la selva. Primero se escapó Joan Antoni Flecha. Se zampó 60 kilómetros en solitario. Hasta que le capturaron tres aventureros más; entre ellos, el italiano Salvatore Commesso. Y primera discusión. Commesso increpando a Flecha porque el catalán se ponía a rueda y no realizaba relevos. "Tenía que recuperarme. No lo hacía por chupar rueda. Pero se nos vio discutir. Fue una escena ridícula".

Fue el segundo incidente del día. Luego vino la caída de José Angel Gómez Marchante. Y, para acabar, toda una prueba de obstáculos por carreteras estrechas. Cuando apenas quedaba kilómetro y medio para la meta de Montargis, una pequeña ciudad al sur de París, que se compara con Venecia por sus canales, nuevo altercado. Isaac Gálvez, el esprinter catalán del Illes Balears, casi sin enterarse, recibió un codazo tan potente que lo envió al prado francés. Allí se le vio con los brazos levantados, como si fuera un delantero reclamando un penalti. ¿Quién le empujó? Pues nada menos que Robbie Mc Ewen, el ganador de la etapa, el más salvaje entre los velocistas. Y a todo eso Armstrong conservó el amarillo que en un principio no se quería poner.