Qué será lo que tiene el baloncesto que despierta pasiones en todos los rincones del mundo? Básicamente, lo que tiene es emoción. Pues sin ir más lejos, en nuestro último partido en la Liga Femenina 2, el pasado sábado ante el Arxil de Pontevedra, que no parecía tener el guion de un choque espectacular, ni esperábamos que fuese tan igualado hasta el final.

Nos enfrentábamos al colista, que aún tenía su contador de victorias a cero. Por esto, el exceso de confianza y la relajación después de volver de la vacaciones de Navidad, se aliaran con nosotras a lo largo de la semana.

Nuestro rival entró muy centrado en el partido, con buenos porcentajes de tiro, sabiendo cada una el trabajo que tenía que hacer. Nosotras mientras tanto pagábamos la factura de nuestra falta de concentración.

Sufrimos lo indecible durante todo el partido y a falta de poco más de cuatro minutos, ¡¡perdíamos de 17 puntos!! Parecía imposible darle la vuelta al partido, empezamos a pensar que aquel no era nuestro día. Entonces, todo empezó a cambiar.

Los tiros que antes no entraban, ahora sí; la defensa más fuerte, robábamos balones, cogíamos los rebotes, por fin empezaba a emerger nuestro juego. Solo una pega: el reloj corría en nuestra contra.

Sin embargo, nosotras seguíamos luchando y no hay nada como un equipo en dinámica positiva con una afición que le lleva en volandas. Cuantos menos segundos quedaban más convencidas estábamos, no había duda, la victoria sería nuestra.

Fue un final de partido de ensueño, de hacer vibrar hasta a los menos emotivos. Posiblemente, no volveremos a vivir algo así en nuestra vida. Hemos aprendido una lección muy importante. No se puede dar un partido por ganado antes de jugarlo, cualquiera puede ganarte o ser tan bueno como tú. Esta es sin duda, la magia del baloncesto; la que despierta pasiones.